miércoles, 3 de marzo de 2010

DISPARATES / 10

LÍQUIDO
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Hace unos días estuvo en Madrid Rafael Correa, presidente de Ecuador, que entre otras cosas denunció la situación de sus compatriotas emigrados en España que, habiendo perdido su puesto de trabajo, han visto embargadas sus viviendas. Muchos de ellos han vuelto a su país, donde deben seguir pagando las mensualidades de una vivienda que ya no es suya, pues los bancos españoles han vendido su deuda a bancos ecuatorianos. Y es que en esta sociedad pocas cosas hay tan seguras como la persecución de las personas por los bancos. Precisamente la poca seguridad que ofrece nuestra época parece ser el tema de esa torre monumental que están erigiendo en Londres en conmemoración de las próximas Olimpiadas. En efecto, la llamada Arcelor Mittal Orbit, obra del escultor Anish Kapoor, que va a costar veintiún millones de euros, es una estructura de más de cien metros que está construida en forma de órbita mediante un entramado de tirabuzones de acero rojo. La torre, que muchos consideran un adefesio, pretende representar nuestro tiempo, y a diferencia de lo que sucede con otras famosas torres, por ejemplo la parisina de Gustave Eiffel, tiene la virtud de que, ante ella, nadie sabe qué pensar, pues no es lo que parece y desde luego no parece lo que es. En conjunto, según su autor, su arremolinado aspecto debe transmitir una impresión de inestabilidad, de falta de concreción y de ausencia de forma, como si se tratara del efímero instante en que contemplamos el movimiento de un líquido.

Creo que Zygmunt Bauman fue el primero que analizó seriamente ese fenómeno de nuestro tiempo, de origen holandés, que se llama Gran Hermano. Lo que sabemos de él podría resumirse así: Un grupo humano cuya procedencia se oculta en el más oscuro anonimato se encierra entre cuatro paredes para ser visto por el mundo, siendo sometido ulteriormente a un proceso de selección, aparentemente democrático pero opaco en el fondo, que culmina cuando uno de los individuos sobrevive al resto del grupo, lo que le convierte en digno merecedor de un premio ya estipulado de antemano, que no es otro que la fama. En principio, todos los miembros de dicho grupo son adversarios entre sí, lo que no les impide establecer temporalmente pactos, públicos o privados, en función a veces de sofisticadas estrategias, a fin de sobrevivir el mayor tiempo posible, o simplemente con vistas a que el eliminado sea otro. La supervivencia, pues, dependerá de la habilidad de cada uno para, sucesivamente, acordar pactos y luego traicionarlos, dependiendo de la misma el grado de popularidad del individuo y por tanto sus oportunidades de perpetuarse. Es decir, gana quien más y mejor miente.

Al sociólogo Bauman se le achaca la condición de postmoderno, si bien él prefiere distinguir en su campo de investigación dos modernidades diferentes: la sólida y la líquida. La primera es la que correspondía al mundo ilustrado, en el que había un conjunto de valores morales y de estructuras políticas, económicas y sociales que eran (o se consideraban) más o menos inamovibles. Aquel mundo sólido era sustancialmente injusto pero ofrecía seguridad. Todavía hasta hace poco la solidez del mundo ofrecía al individuo algunas garantías, entre ellas, y no es pequeña cosa, la de una ocupación profesional estable. Un joven empleado que ingresaba en una empresa podía confiar razonablemente en su permanencia en ella hasta la jubilación. Con el paso de los años dicho empleado adquiría “antigüedad” y por tanto nuevos y mayores derechos, lo cual le permitía a su vez desarrollar una estrategia de pactos duraderos con los otros empleados (de ahí los sindicatos), por no hablar de los valores éticos (camaradería, solidaridad) que tal estado de cosas fomentaba y que se extendían más allá del reducido ámbito profesional, o económico, impregnando por igual la esfera de lo privado y de las relaciones establecidas en ella.

El mundo líquido es sustancialmente injusto y no ofrece seguridad. Después de que los bancos consiguieran que todo el mundo se endeudase, incluyendo a aquellos que no iban a poder pagar su deuda, la única medida que los gobiernos han concebido para detener la catástrofe financiera ha sido inyectar billones de dólares en la banca, lo que no ha sido acompañado por ninguna otra medida de orden regulador que impida que en el futuro se repita, ampliada, la calamidad actual. ¿Qué confianza podemos tener en la banca, o siquiera en que, una vez saneadas sus cuentas, no vuelva a incurrir en los disparates que han provocado la crisis?

En los países anglosajones los estudios universitarios hace tiempo que no se financian con becas y otras ayudas del Estado, sino con créditos que los beneficiarios deberán devolver cuando empiecen a trabajar, si pueden. Se calcula que en Inglaterra la deuda  mínima que debe tener un estudiante en el momento de graduarse supera las 30.000 libras (en el día de hoy un euro equivale a 0, 91 libras esterlinas). Igualmente, se calcula que el estudiante ahora egresado deberá cambiar una media de cinco veces de actividad profesional, y que pasará por no menos de once empresas hasta la edad de jubilación. Además, del desastre financiero ha surgido una figura desconocida hasta la fecha: la del patrimonio negativo, en el que se encuentran millones de personas que no pueden pagar su hipoteca inmobiliaria ni siquiera con la propia vivienda; es decir: embargados, todavía siguen debiendo dinero. Y todo este panorama se nos presenta como un signo incuestionable de los beneficios que nos depara nuestro tiempo. Debemos felicitarnos por la flexibilidad y la movilidad de nuestro mundo líquido. La inseguridad ha pasado a ser un valor positivo al que debemos adaptarnos.

En tiempos pasados, alguien esperaría que desde el mundo de la política surgiera una idea, una voluntad, una iniciativa que pusiera fin a este amenazador estado de cosas. Pero hoy, precisamente, no hay nada más lejos de lo posible, pues el poder no está en la política, sino en otra parte, en algún lugar impreciso de nuestra modernidad líquida. Como en el programa de televisión, el poder es algo (lo único) que queda fuera de los objetivos de las cámaras. De hecho la política ha perdido su contenido político y hoy no es más que un espectáculo a imitación de Gran Hermano, triste espectáculo, a decir verdad, en el que toda mentira y toda estrategia están justificadas a fin de lograr la propia permanencia, y en el que ni siquiera tendría sentido abordar rigurosamente problema alguno, ya que la resolución de los mismos pondría fin al espectáculo. En este juego puramente retórico de gestos, de discursos vacíos, enredos judiciales, exigencias y hasta amenazas, juego que se despliega en los medios de comunicación constituidos en plató de un trivial y recurrente Gran Hermano, impera como único valor moral el de la supervivencia hasta la próxima nominación, valor que debe ser sostenido por cualesquiera medios y a cualquier precio. Y también este valor moral se extiende e impregna las esferas de lo privado, arrasando todo lo que aún pudiera quedar de nuestro sólido mundo anterior. Bauman, que a sus ochenta  y cinco años ya lo ha visto casi todo, no es optimista. Pues lo líquido, en fin, por su propia naturaleza, es difícilmente manejable, y cuando imprudentemente creemos estar más seguros, más expuestos estamos en realidad a la violencia de las olas.

4 comentarios:

  1. Ramón, dices que "el poder no está en la política sino en algún lugar impreciso" el lugar donde está el poder en la actualidad, son las multinacionales, en el gran capital, Eric Hosbawm lo sabía desde hace tiempo, ellas han sustituido a los estados-nación, los cuales pueden incluso sucumbir ante una calificación negativa de su deuda externa por parte de unas agencias cuyos intereses son privativos de sus dueños, ya hemos visto las zozobras de Grecia y España.

    Detrás de las agencias de calificiación de deuda, detrás de las multinacionales y de los bancos hay nombres, personas concretas. Seguiremos estando licuados mientras sigamos divididos en nuestras pequeñas esferas de reivindicaciones casi particulares sin darnos cuenta que el problema es el de siempre, la acumulación de dinero y poder en pocas manos con nombres y apellidos. Una parte de nuestra generación creció oyendo estas pero parece que hay que repetirlas porque sino se olvidan.

    Tengo la sensación de que después de esta crisis la brecha entre pobres y ricos va a ser mayor de lo que era, no hay mas que mirar cómo está el mundo de los contratos laborales. Las personas mas cualificadas y con contratos fijos posiblemente se verán menos afectados al resto empieza a verlo condenado a la pobreza. ¿Se darán cuenta quienes tienen el poder de que para conservarlo cuanto menos deben asegurar a los trabajadores unas condiciones de vida dignas que aseguren la convivencia?

    Luisa P.

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  2. Tienes razón, Luisa. El poder es de gente que hace transacciones y que especula, generalmente con dinero que no es suyo. Todo esto ya lo estudió un tal Marx y la respuesta que se dio a aquello era "socialismo". La diferencia es que ahora el poder fluye, no está quieto (esta es la naturaleza de lo líquido, la de adaptarse al recipiente, la de tener una forma siempre variable, de hecho: la de no tener forma). Tú ya conoces a este filósofo esloveno Slavoj Zizek, del que también ahora estoy leyendo algo. Hay algunas cosas de él que me interesan más que otras, pero no me parece que haya llegado todavía a conclusiones que puedan aplicarse a la política, o yo al menos no las conozco. En fin, no sé si hoy la respuesta al problema es la misma que dio Marx. En todo caso, veo que en Europa y Estados Unidos los intelectuales que llaman "radicales" escriben sobre esto, mientras que en otros lugares ya están empezando a actuar: en Sudamérica.

    Un saludo

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  3. Lo líquido, lo evanescente, lo concreto. Concretar, cuantificar, estamos hablando de reparto de riqueza. En la serie "Damaches" Glenn Close encarna el papel de una abogada que busca no sólo los culpables de un inmensa estafa, remedo de la que en la realidad hizo Murdoch, sino también, busca el dinero que se ocultó, su principal empeño es seguir la pista de ese dinero. Culpables concretos. Cantidades de dinero concretas.

    Hoy por hoy la izquierda está desorientada, no sabe cómo volver a articular la narración de sus reivindicaciones de siempre, ha perdido palabras que fueron maltratadas en la época del totalitarismo stalinista.

    Zizek, que vivió en su carne el totalitarismo de un país comunista, dice que, por supuesto, estuvo bien derribar el comunismo, pero que una vez hecho, hay que seguir denunciando y combatiendo la injusticia social. En Sudamérica estan actuando ya porque los niveles de injusticia social son insoportables y hasta para los que mas tienen, vivir protegidos por alambradas de la miseria circundante, debe tener un límite ¿o no?

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  4. Ramón, se me olvidó firmar, el comentario anterior es mío, Luisa, no me gusta no dar la cara.

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