martes, 10 de julio de 2012

LECTURA POSIBLE / 66


SÁBADO POR LA NOCHE Y DOMINGO POR LA MAÑANA, DE ALAN SILLITOE. MODERNIDAD DE UNA NOVELA SOCIAL

Si de lunes a viernes el embrutecedor trabajo en la fábrica apenas le deja algo de tiempo para sus adúlteros amoríos, el fin de semana de Arthur Seaton, protagonista de Sábado por la noche y domingo por la mañana, oscila entre las borracheras o los resultados futbolísticos y el programa de peticiones musicales de la radio. El cínico y deslenguado Arthur es de la estirpe de Jimmy Porter, el personaje de la obra Mirando hacia atrás con ira que fue magníficamente encarnado en la pantalla por Richard Burton (1959). Pero con una diferencia, pues si Jimmy era un licenciado universitario enemistado con el mundo, con la vida y sobre todo con él mismo, Arthur es en cambio un proletario al que encontramos en las oscuras callejas manchadas de hollín y en las sórdidas tabernas de la industrial Nottingham, convertida aquí en urbe neorrealista por la que hombres y mujeres sin horizonte pasean su frustración, sus pequeñas satisfacciones cotidianas y su rabia. Por cierto que la novela protagonizada por Arthur Seaton también fue llevada a la pantalla: dirigida por Karel Reisz en 1960, y como la mencionada más arriba, se convirtió en el acto en referente imprescindible del Free Cinema.

Allan Sillitoe es más conocido entre nosotros por su relato La soledad del corredor de fondo, obra que cuenta también con adaptación para el cine y a cuyo éxito se debe la divulgación fuera de Gran Bretaña del libro del mismo título y de su autor. Otra cosa muy diferente sucede en las islas, donde el nombre de Sillitoe evoca inmediatamente esta Sábado por la noche y domingo por la mañana, novela primeriza que encumbró a su autor y que, tras caer en el olvido, volvió a ponerse de actualidad, junto a toda la gran tradición británica de novela social, en los años de gobierno de Margaret Tatcher, lo que como es sabido daría lugar a su vez a una nueva ola de literatura y cine social hoy felizmente en activo. Sillitoe es miembro relevante de aquella generación de jóvenes airados que a mediados del siglo pasado puso patas arriba a la conservadora y circunspecta sociedad británica, amodorrada sociedad sumida en sus glorias imperiales y en su victoria contra Alemania. De postguerra son las grandes obras de John Osborne, Tony Richardson y Kingsley Amis, como de postguerra es esta novela que tras pasar algunos años descatalogada ha sido ahora publicada, con una nueva y excelente traducción, por la editorial Impedimenta.

El padre de Sillitoe, obrero en una fábrica como el protagonista de la novela, además de bebedor ocasionalmente violento, y los recuerdos juveniles del propio Sillitoe constituyen gran parte del material en que se sustenta la narración de la vida y milagros de Arthur Seaton, cuya historia fue escrita en Mallorca después de que su autor contrajera la tuberculosis en acto de servicio, durante el tiempo que pasó destinado por la Royal Air Force en Malasia. Quizá fue esa tuberculosis la que convirtió a Sillitoe en escritor, ya que la lectura a la que se dedicó en su larga convalecencia le alejó definitivamente de la fábrica de bicicletas de Nottingham a la que parecía encaminado. En Mallorca el autor vivía con la poetisa norteamericana Ruth Fainlight, importante autora casi desconocida entre nosotros que años más tarde tendría gran amistad con Sylvia Plath y que escribió: “Al igual que todo organismo viviente, la poesía es una combinación única de leyes inexpugnables y de lo totalmente inesperado”.

De leyes inexpugnables y de lo inesperado trata precisamente la novela de Sillitoe que comentamos. Pues su protagonista Arthur Seaton, joven de veintidós años, vive su existencia de obrero y pícaro en sus ratos libres sin hacerse preguntas ni reflexionar más allá de lo que exigen sus borracheras y sus líos amorosos. La alienada conciencia de este personaje, cuyo itinerario está marcado por sus sucesivas amantes, primero la maternal y nuevamente embarazada Brenda, luego Winnie y finalmente Doreen, experimentará una progresiva transformación que le revelará la futilidad de su existencia. Y es que Sillitoe, en su estilo directo y distanciado, carente de sentimentalismos y que evoca el género del documental, reflexiona aquí acerca de la rebeldía juvenil mal entendida y del papel que debía corresponder a la clase obrera en la nueva sociedad que se erigía tras la postguerra. De ahí su carácter atemporal, que otorga al libro una permanente modernidad.

No es extraño que dicha transformación se inicie cuando su amigo y compañero de trabajo Jack, el marido de Brenda, es ascendido, convirtiéndose de pronto en su superior en la intrincada jerarquía de la vida laboral. Esta circunstancia en apariencia menor trastorna de improviso la visión del mundo que hasta ahí ha gobernado la mente de Arthur, quien desde ese momento empezará a vislumbrar zonas sombrías en el delirante mundo fabril en que se desarrollan cinco de los días de la semana, así como en los dos restantes, días estos que antes correspondían a una tan deseada como ilusoria libertad. Sus jefes, sus compañeros, los sindicatos, el gobierno, nada quedará a salvo de esta nueva percepción crítica que se apodera de Arthur, lo que sucede de modo natural y sin que el autor incurra en las debilidades panfletarias que lastraron en su momento otras obras ya clásicas de la literatura social anglosajona, entre ellas La jungla, novela ambientada en los mataderos de Chicago que Upton Sinclair escribió en 1906.

Parte notable de la eficacia narrativa de Sillitoe, en la que en vano se buscarán virtuosismos o sofisticaciones literarias, recae en los diálogos de la novela, plagados de un lenguaje popular equivalente al cockney del East End londinense y que han sido admirablemente preservados en la traducción de Mercedes Cebrián. No por casualidad Karel Reisz encargó el guión de la adaptación cinematográfica al propio autor, a quien se debe que la fluidez verbal ya presente en la novela se conserve en el film. En este, el papel de Arthur fue interpretado por Albert Finney, otro miembro de aquella influyente pandilla de los Angry Young Men cuyas obras en todos los géneros (novela, teatro, cine) han resultado ser de lo más fresco y estimulante de la producción cultural británica del siglo pasado.

Autor fecundo, Sillitoe escribió no menos de cuarenta novelas (de las que sólo unas quince se han traducido al castellano), además de varios volúmenes de poesía y teatro. La obra de este autor fallecido hace ahora dos años, y la de su generación, fue la respuesta acaso inconsciente a un artículo de Penelope Houston aparecido en Sight and Sound en 1955 y que se llamaba A Country to discover (Un país por descubrir). En él la autora se quejaba de que la literatura y el cine británicos de la época vivieran totalmente de espaldas a la realidad social. Situación que hoy también es visible en nuestro cine y nuestra novela, y que la lectura de libros como el de Sillitoe podría empezar a remediar.
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Un fragmento de Sábado noche, domingo mañana (1960), de Karel Reisz, con Albert Finney y Rachel Roberts:

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