lunes, 26 de enero de 2015

DISPARATES / 123

EL NUEVO MANIFIESTO DE “LES ÉCONOMISTES ATTERRÉS”. QUINCE PROPUESTAS PARA OTRA ECONOMÍA

“¿Han aprendido algo los dirigentes europeos de la deriva de las entidades financieras?” A esta pregunta, formulada en noviembre de 2010 por un colectivo de economistas franceses, ellos mismos dieron la siguiente respuesta: “Es dudoso. Para reducir los déficits causados por el rescate de los bancos y la recesión, la Comisión Europea y los gobiernos aplican con renovado vigor programas de ajuste que en el pasado ya demostraron ser causa del aumento de la inestabilidad económica y de la desigualdad social”. Siendo el caso además que “esta política de sumisión a las finanzas pone en peligro el futuro del proyecto europeo”. El colectivo expresó su inquietud por el curso de la economía, y su desconfianza hacia los “expertos” y hacia la fragilidad de sus diagnósticos, en el Manifeste d’économistes atterrés, un volumen en el que denunciaron diez falacias científicamente insostenibles utilizadas para justificar las políticas de austeridad desarrolladas en Europa. Las veintidós propuestas presentadas entonces fueron suscritas por más de setecientos economistas, y el libro fue un éxito de ventas.

Los autores del manifiesto se constituyeron más tarde, en febrero de 2011, en Les économistes atterrés, agrupación de investigadores, profesores universitarios y ciudadanos de variadas procedencias cuyo fin no es otro que el de estimular la reflexión colectiva y la expresión pública de otra forma de economía no resignada a la dominación de la ortodoxia neoliberal. Entre sus miembros figuran destacados economistas como Benjamin Coriat, profesor de la Universidad París XIII; André Orléan, director de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS); Thomas Coutrot, miembro del Consejo Científico de Attac; y Philippe Askenazy, columnista de temas económicos en Les Échos y Le Monde. Además del manifiesto aparecido en 2010, los economistas aterrados han publicado los volúmenes Changer d’économie (2012), L’Europe mal traitée (2012) y Changer l’Europe (2013), todos ellos en la editorial Les Liens Qui Libèrent. La misma editorial ha publicado la semana pasada el Nouveau Manifeste des économistes atterrés. 15 chantiers pour une autre économie, que durante los meses de febrero y marzo será presentado en diversas ciudades francesas.

En la introducción de este nuevo manifiesto sus autores vuelven la mirada hacia la pregunta que ya formularon hace más de cuatro años, a la que ahora, comprobada la persistencia de las autoridades económicas en la aplicación de sus programas de austeridad, y a la vista de sus consecuencias, pueden dar una respuesta más concluyente: “Los políticos no han aprendido, o no han querido aprender, de la crisis”. A ello se añade que “los economistas cortesanos se muestran tanto más arrogantes cuanto más se invalidan sus preceptos. Los lobbies financieros se vuelven tanto más ávidos cuanto que no han tenido que pagar el precio de sus errores. Los comentaristas continúan elucubrando acerca del curso de la Bolsa y de las exhortaciones de las agencias de calificación, como si la evolución de la economía se leyera sólo en el juego de las finanzas especulativas. Las grandes empresas siguen siendo administradas, fusionadas o despedazadas según las previsiones de beneficios a corto plazo de los accionistas. Y, en suma, los puestos mejor remunerados se siguen encontrando en la industria financiera, en los consejos de deslocalización y en las consultorías dedicadas a las finanzas y a la optimización fiscal”.

De lo anterior se desprende que las políticas que originaron la crisis en 2007 se encuentran ahora, si cabe, más reforzadas: “¿Que el voto popular se opone a ello? Las decisiones políticas son confiadas a expertos ‘independientes’ –independientes de los pueblos, se entiende, no del dinero. ¿Que el pacto de estabilidad lleva a Europa a la austeridad y a la recesión? Un pacto presupuestario aún más duro entra en escena. ¿Que la apertura excesiva de los mercados pone en peligro la industria de numerosos países europeos? Se negocia un tratado de libre comercio con Estados Unidos. ¿Que las fallas del euro resultan ser un factor de divergencia económica en perjuicio de los países del sur de Europa? Ello se convierte en pretexto para una ‘estrategia de choque’ que exige a esos países que apliquen unas políticas de austeridad particularmente brutales. Es así como los países europeos, en un contexto de competencia mundial desenfrenada, se entregan a una intensa guerra económica en la que cada uno trata de apoderarse de las cuotas de mercado de los otros, con lo que finalmente se llega al peor de los escenarios: la deflación general”.

Además de posibles, otras políticas son saludables, afirman los economistas aterrados, para quienes esta crisis global del capitalismo, que tiene por precedente la que se vivió en los años treinta del siglo pasado, se hace acompañar por una no menos inquietante crisis ecológica. Las lecciones de ésta tampoco se han tenido en cuenta, habiendo sido deliberadamente minimizados, o ignorados, los peligros del cambio climático y del agotamiento de los recursos naturales, unos peligros que sin embargo “deben estar en el centro de toda reflexión sobre el futuro de nuestras economías y de nuestras sociedades, en el corazón de toda política”.

Algunas de las propuestas formuladas en el nuevo manifiesto se refieren al ámbito de la actividad laboral. Con respecto a ella, y en particular a la precariedad del mercado de trabajo, no está de más recordar unos datos citados por la economista aterrada Sabina Issehnane, profesora de la Universidad de Rennes. En un artículo aparecido el 20 de enero en L’Humanité escribía que hoy en Francia “la mitad de los contratos temporales dura menos de diez días, frente a los catorce que duraba como media hace dos años”. Y añadía: “La estrategia seguida por el gobierno consiste en un debilitamiento de la legislación laboral que nos lleva al ‘contrato de cero horas’ ya vigente en el Reino Unido, en el que no existe horario y el trabajador debe estar disponible en cualquier momento; o bien a los miniempleos alemanes a razón de 400 € al mes; o a los ‘recibos verdes’ portugueses sin seguro médico ni vacaciones pagadas”.

Son varias las medidas propuestas en el manifiesto en el ámbito laboral, y especialmente destacables son dos de ellas: el incremento de los salarios y el reparto del trabajo. Lo segundo constituye una vieja demanda sindical que cayó en el olvido y cuya necesidad resulta perentoria si se tiene en cuenta la experiencia de crisis anteriores, cuya superación nunca fue acompañada de un aumento de la masa de trabajadores, sino todo lo contrario. Dicha reducción del trabajo requerido es consecuencia hoy del carácter postindustrial de la economía y de su vinculación a los avances tecnológicos. Según este colectivo, la nueva distribución de las horas laborables no tendría que requerir forzosamente una reforma de la duración semanal del trabajo, pero sí el mantenimiento de la edad de jubilación en los sesenta años, y el desarrollo del acceso a largos períodos de formación y a años sabáticos. Respecto a lo primero, el aumento de los salarios, los economistas afirman que la demanda dirigida a las empresas, la economía y el nivel de empleo dependen directamente del consumo, y en consecuencia de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, todo ello en contra de lo que sostienen los gobiernos, empeñados en reducir los costes salariales. “La competitividad”, afirman los autores del manifiesto, “depende en primer lugar no de los salarios, sino del coste del capital, el cual resulta ser la mayor carga de nuestra economía. Por lo que es prioritario”, concluyen, “reducir el pago desproporcionado de dividendos”.

Los economistas aterrados, como ya hicieron en sus obras anteriores, vuelven a reclamar de los gobiernos una política fiscal que debería servir para instaurar una nueva base impositiva a las grandes fortunas. Actualmente el tramo más alto de impuestos en Francia se aplica a partir de un beneficio de 151.956 €, siendo de un 45%. Los economistas proponen ahora rebajar el umbral a 100.000 €, y crear dos nuevos tramos impositivos del 50 y el 60%. En paralelo, sugieren reducir la tasa máxima del IVA, que ahora es del 20%, y reducir igualmente los impuestos municipales, “más desiguales que los estatales”, afirman, “ya que los ricos pagan poco en los municipios ricos y los pobres pagan mucho en los municipios pobres”.

El mencionado aumento de los salarios debe ser calculado con vistas a cumplir no sólo la función de estimular el consumo, sino también la de que las economías domésticas puedan hacer frente a la inflación, que desempeña un papel fundamental en la propuesta de los economistas para reducir la deuda pública. En efecto, la reducción de la deuda de los estados mediante el recorte del gasto público no es sólo ineficaz porque la austeridad paraliza el crecimiento, sino también porque provoca un aumento de la ratio de deuda en relación al producto interior bruto. La solución, según los atterrés, pasa por reducir la deuda mediante la inflación, de modo que el aumento de los precios haga disminuir el valor real de aquélla. Consecuencia de ello es su propuesta de elevar el objetivo de la inflación que hoy contempla el Banco Central Europeo, fijado en el 2%.

El capítulo de bienestar social del manifiesto incorpora una crítica a las políticas gubernamentales, orientadas a ajustar las asignaciones familiares con arreglo a un ingreso mínimo, a congelar las pensiones, a reducir las prestaciones por desempleo y en general a recortar los gastos sociales. En oposición a todo ello, los economistas reclaman del Estado garantías de un nivel de vida adecuado para la infancia, una ampliación de las prestaciones y un aumento de las asignaciones sociales, las cuales deben ajustarse al salario medio. A lo que hay que añadir la reinstauración de la universalidad del seguro sanitario.

En el reforzamiento de lo público, según los economistas aterrados, debe desempeñar un papel de gran relevancia el cuerpo de funcionarios, cuyo supuesto exceso no es más que un mito creado por el neoliberalismo. Al contrario, faltan funcionarios. “El empleo público”, escriben, “es mas útil y tiene más valor que el privado, lo que puede confirmarse si se compara el impacto social que tiene el trabajo de un profesor con el de un publicista, o el de una puericultora con el de un comerciante”. Es necesaria, por tanto, la creación de empleos públicos al servicio de la infancia y de las personas mayores o dependientes, así como facilitar las actividades extracurriculares orientadas a la salud, al entretenimiento, a la animación y al ocio.

Otro capítulo importante del manifiesto está dedicado al papel atribuido al PIB en la lectura de la evolución económica. De la sola lectura de este dato puede inferirse que un país disfruta de un saludable crecimiento al mismo tiempo que en el mismo aumenta la pobreza (como está sucediendo en Alemania). Este factor, además, es parcial y engañoso en tanto que no toma en consideración las actividades domésticas ni las propias del voluntariado, como tampoco las relacionadas con la degradación del medio ambiente. A este respecto resulta que de la interpretación unilateral de la economía a través del PIB queda excluido un entorno natural que sin embargo es la base de la riqueza de las generaciones venideras, en cuyo beneficio debe reconsiderarse el uso que en las esferas del poder se hace del término “crecimiento”.

Por último, hay que mencionar la opinión que para los economistas aterrados tiene la libertad de circulación de capitales, cuyos efectos califican de “desastrosos”. Esa libertad de los capitales “hace posible una especulación frenética a corto o muy corto plazo, la cual está favoreciendo la evasión de los mismos a paraísos fiscales”. De ahí la urgencia del establecimiento de un impuesto sobre las transacciones financieras, lo que servirá para frenar la especulación y reducir el riesgo de burbujas en los mercados financieros.

En una reciente entrevista para Paris Match uno de los economistas aterrados, Henri Sterdyniak, miembro del Observatoire Français des Conjonctures Économiques (OFCE), ha explicado que las discusiones para la redacción del nuevo manifiesto no han sido fáciles, y que algunos puntos han debido debatirse frase por frase. Entre esos puntos figura el de la renta básica, propuesta que como informa Sterdyniak fue rechazada por el colectivo: “Se decidió que estamos en contra de la renta básica. Sus defensores la consideran idónea para sustituir a las prestaciones familiares y por desempleo, y a las pensiones, pero la propuesta se votó y perdió. Por otra parte, estamos comprometidos con la idea de que las personas tienen derecho a un trabajo que les permita salir de la pobreza de manera significativa. No se resolverá el problema dando a todos un ingreso muy bajo, sin tener en cuenta la integración”. Otro punto conflictivo en la gestación de este manifiesto ha sido el euro. “Hay diferentes sensibilidades”, reconoce Sterdyniak. “Algunos piensan que la prioridad es reorientar Europa, que es posible crear un frente para cambiar Europa. Tienen la esperanza de que la victoria de la izquierda en Grecia y en España ayudará a poner en marcha un movimiento popular. Otros piensan que esto no va a ser posible, y que si un país opta por un gobierno de izquierda tendrá que salir de la zona euro para aplicar su política. No ocultamos el desacuerdo”.

Con sus divergencias y sus propuestas colectivas, algunas ya bien conocidas y otras no tanto, los économistes atterrés vuelven estos días a ser foco de atención en Francia, y también entre gran parte de economistas europeos. Vuelven, según confiesan, más aterrados que nunca, pero también convencidos de que la política que hace crecer las desigualdades no es la única posible.

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