martes, 9 de octubre de 2012

LECTURA POSIBLE / 76


JORGE GIORDANI Y EL SOCIALISMO VENEZOLANO

La reelección de Hugo Chávez, este domingo, como presidente de Venezuela abre una nueva etapa en el proceso de transformaciones sociales y económicas del país caribeño, proceso iniciado en 1998 y que experimentó un impulso considerable tras el intento de golpe de estado y el paro patronal de los años 2002-2003. Dotada de una nueva Constitución y de masivos programas sociales financiados por PDVSA, la empresa petrolera nacional, Venezuela ha conseguido cumplir por anticipado gran parte de los Objetivos del Milenio establecidos por la ONU, lo que significa la reducción del porcentaje de personas en estado de pobreza extrema (del 25% en 2002 al 7,2% en 2009), la erradicación del analfabetismo, la universalización de la enseñanza general básica, la eliminación de las desigualdades entre géneros en la enseñanza primaria y secundaria, la reducción del desempleo (que se encuentra en torno al 7,9%), la disminución de la mortalidad infantil y la mejora de la salud materna, el acceso al agua potable y la aplicación de principios de desarrollo sostenible en las políticas nacionales. Todo ello en el marco de una economía que creció un 4% en 2011 y que se prevé alcanzará un crecimiento similar en el año en curso.

El llamado “socialismo del siglo XXI”, junto a una amplia participación del poder popular bajo diversas formas, cuenta con inspiradores teóricos de los que poco se habla pero que son esenciales para entender la magnitud y la orientación de los procesos sociales y económicos que vive Venezuela. Uno de ellos es el filósofo István Mészáros, profesor emérito de la Universidad de Sussex y miembro de la célebre Escuela de Budapest fundada en su día por Georg Lukács. Su obra El desafío y la carga del tiempo histórico: El Socialismo del siglo XXI obtuvo en 2008 el Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Otro, a quien cabe atribuir una participación directa en la marcha de la economía de aquel país, es Jorge Giordani, autor prolífico del que comentaremos aquí una de sus obras más influyentes, La transición venezolana al socialismo, y su último libro, Impresiones de lo cotidiano 2011, que ha sido publicado en Caracas este mismo año.

Giordani nació en 1940 en San Pedro de Macorís, República Dominicana, hijo de un italiano que combatió en España en una de las Brigadas Internacionales, la Garibaldi, y que más tarde junto a su familia se trasladó al estado Trujillo, en los Andes venezolanos. Al concluir sus estudios secundarios, y como exiliado dominicano, Giordani se adhirió al movimiento de oposición al régimen del dictador Rafael Trujillo, “El Jefe”, en cuyo sangriento historial figuran los 20.000 inmigrantes haitianos asesinados bajo sus órdenes en la llamada Masacre del Perejil. En 1959, ya con la nacionalidad venezolana, Giordani marcha a Europa para concluir sus estudios, graduándose en ingeniería eléctrica en la Universidad de Bolonia y obteniendo el doctorado de planificación en la de Sussex, donde se familiarizó con la obra y el pensamiento de Mészáros. A su regreso, pasa a ser catedrático de la Universidad Central de Venezuela y es reconocido como uno de los dirigentes de la izquierda en el ámbito universitario. Como tal formó parte de una comisión que visitó en la cárcel al entonces teniente coronel Chávez, tras su fallido intento de golpe de estado. A aquel encuentro, que supuso el inicio de una larga y fructífera colaboración, sucedió la tutoría ejercida por Giordani en la tesis de ciencias políticas con que Chávez concluyó sus estudios en la Universidad Simón Bolívar, así como el respaldo de aquél y de su partido de entonces, el Movimiento al Socialismo, a la candidatura de éste en las elecciones presidenciales de 1998.

Giordani es articulista y autor de numerosos ensayos centrados en la historia, la actualidad y las perspectivas de la economía desde un punto de vista marxista, en especial sobre el caso venezolano. Entre sus obras más difundidas pueden destacarse La planificación como proceso social (1980), Inclusión social y distribución del ingreso (2006), Gramsci, Italia y Venezuela. Apuntes e impresiones (2009), la ya citada La transición venezolana al socialismo (2009), Marx no estaba muerto, se encontraba de parranda (2010) y la serie Impresiones de lo cotidiano, una especie de cuaderno de bitácora anual que cuenta ya con varios volúmenes.

La transición venezolana al socialismo desarrolla ideas expuestas por Giordani en trabajos anteriores. Se trata de una propuesta alternativa a un capitalismo “ahogado en las profundidades de una crisis financiera global que no sólo tiene impacto en lo económico y social, sino también en lo político-cultural”. Una parte del libro está dedicada a estudiar las nuevas formas de poder popular que convergen en la superación de un gastado marco político, el de la democracia representativa, progresivamente enriquecida con nuevos modos e instituciones en las que “el pueblo tiene un mayor protagonismo, tanto en su participación como en su corresponsabilidad”. A este respecto cabe señalar el papel de una original aportación venezolana a la democracia participativa: los consejos comunales, órganos territoriales con entidad jurídica que tienen su origen en el movimiento social y que aspiran a convertirse en instrumentos de la soberanía popular y la descentralización.  

El autor reivindica a Antonio Gramsci, y en particular sus ideas acerca de la hegemonía cultural como medio de emancipación y transición al socialismo. De especial relevancia en dicho proceso es el papel del partido llamado a liderar la transformación social, a lo que se refiere Giordani en las páginas dedicadas a estudiar la organización y la estructura del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), formación creada en 2006. Para el autor, la transición pacífica y democrática al socialismo es un proceso en el que la atención continuada a las demandas populares puede y debe armonizarse con la preservación igualmente continuada de la utopía, entendida ésta como horizonte cuya viabilidad (y visibilidad) se construye de manera cotidiana. 

Esta utopía, según Giordani, se convierte en irrenunciable cuando puede detectarse una “crisis estructural del capital” como la que hoy se vive en el mundo, que “pone en tensión la vida de la totalidad de los seres humanos [y que] no tiene solución en el contexto social de las leyes objetivas del metabolismo del capital”. En el caso concreto de Venezuela, el proceso de transición al socialismo pasaría por la superación de un paradigma económico que en el pasado se mostró nefasto: el de la renta petrolera, que debe ser sustituido por una economía productiva que busque solución a los problemas fundamentales de la “lógica del trabajo” y que permita a la vez saldar la deuda social que históricamente el Estado ha contraído con el pueblo. De ahí la necesidad de que los beneficios del petróleo nacionalizado sirvan para financiar los ambiciosos programas sociales, a la vez que contribuyan a impulsar una actividad productiva, sobre todo en los ámbitos de la industria y la agricultura.

Que la transición política y económica antes descrita tenga lugar en un marco legal profundamente democrático implica la convivencia de la revolución, y de las fuerzas que la impulsan, con una oligarquía conservadora que fue todopoderosa y que se niega a perder sus privilegios, oligarquía que además cuenta con poderosos aliados internacionales y con el control de los medios de comunicación. Junto a esto, Giordani advierte igualmente del riesgo de que el socialismo productivo se convierta en Venezuela en socialismo rentístico, lo que daría lugar a la sustitución de una oligarquía por otra, surgida ésta última en el seno de la misma revolución. A tal fin critica tres tendencias cuya importancia no es posible ignorar: el clientelismo, el personalismo y lo que él llama la “dedocracia”, formas todas ellas de corrupción que propician la ineficiencia del Estado y a cuya neutralización están llamados el PSUV y el poder popular con los medios de que disponen para “transformar realmente a la sociedad y a ellos mismos como sujetos del cambio”.

También una parte de Impresiones de lo cotidiano 2011 está consagrada a la crítica de la burocracia y de la nueva clase empresarial creada a la sombra del crecimiento económico de los últimos años, clase que imita los hábitos de la oligarquía tradicional y cuya creciente influencia constituye un desafío no menor para el nuevo período 2013-2019 inaugurado tras las elecciones del domingo.

Este volumen, segundo de la tercera trilogía de Impresiones de lo cotidiano, y como las entregas anteriores, viene a ser un cajón de sastre en el que Giordani deja caer sus reflexiones acerca de la política y la economía, así como otras de cariz personal. Son el compendio de una realidad en permanente ebullición, realidad en la que subsistimos invadidos por la telemática y en la que “en nuestra propia cotidianidad de seres humanos llegamos a volvernos insensibles ante el permanente bombardeo de noticias, sucesos y eventos que terminan por atropellar con la propaganda comercial y de mal gusto”. En una sociedad en la que todo se ha convertido en mercancía y en valor de cambio, incluyendo la misma vida, “al unísono despierta la conciencia de muchos por otro tipo de sociedad”, una conciencia que no es sólo política, sino también cultural y ciudadana, y que reclama nuevas vías en un proceso civilizatorio global. 

En la construcción venezolana de dicha alternativa, tan compleja como apasionante, desempeña un papel notable este autor que es a la vez ministro de Planificación y Finanzas, en cuya obra conviven la erudición con una ironía no exenta de humor y que, como se ha visto, desde su responsabilidad en el gobierno de Venezuela, no esconde, sino todo lo contrario, su denuncia de las perversiones e insuficiencias de una sociedad en tránsito, la cual ofrece su experiencia al resto del mundo y a un neoliberalismo fuera de control que cada vez es percibido por más gente como una amenaza. Y no sin motivo. Pues lo que se llama la globalización, como ha escrito Giordani, “la percibimos como un proceso de internacionalización del capital llamado a obtener mayores beneficios y a condenar al Estado y a la sociedad a permanecer en una situación de letargo e inmovilismo, sumergidos en una crisis sin salida aparente”. Reflexión que es aplicable a Europa y que invita a aproximarse sin prejuicios a una alternativa que, aun con los obstáculos de todos conocidos, constituye hoy, unida a otras experiencias que se desarrollan en Latinoamérica, una esperanza de la que no se puede prescindir.

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