miércoles, 6 de noviembre de 2013

DISPARATES / 89

REMEDIOS VARO Y EL ARTE DE LOS SUEÑOS

La dimensión del pensamiento es el título de la exposición que el Museo de Arte Moderno de México ha dedicado a la pintora Remedios Varo, a los cincuenta años de su fallecimiento. A través de dicha exposición, que por primera vez ha establecido las necesarias conexiones entre su obra pictórica y su extenso universo literario, hemos sabido que la biblioteca de Varo, conservada por Anna Alexandra Varsoviano de Gruen, contaba con volúmenes que abarcan desde la poesía de Novalis hasta estudios sobre la naturaleza de los sueños y el inconsciente de Sigmund Freud y Carl Gustav Jung, además de una rica colección de novela fantástica y de ciencia ficción.

Remedios Varo nació en Anglés, cerca de Gerona, en 1908, y con sólo quince años se trasladó a Madrid, donde ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Al acabar sus estudios contrae matrimonio con uno de sus compañeros de la academia y ambos marchan primero a París y después a Barcelona, donde Varo ejerce el oficio de dibujante publicitaria. A partir de 1935 se familiariza con el surrealismo y es introducida en el círculo de André Breton, incorporándose al grupo de los llamados lógicofobistas, cuyo programa artístico consistía en la representación figurativa de los estados mentales. Durante la guerra civil apoyó la causa antifascista y entabló relación con el poeta Benjamin Péret. Con él vuelve a marchar a París, donde permanecerá hasta la ocupación nazi. Al producirse ésta, y gracias a la generosa política de acogida de republicanos españoles propiciada por el presidente Cárdenas, se establecen en México, donde Varo se dedica unos años a la publicidad y luego, ya reconocida como artista, a la pintura hasta su muerte en 1963. “Soy más de México que de ninguna otra parte”, escribió. “Conozco poco España… Es en México donde me he sentido acogida y segura”.

Péret regresó a París en 1947, y dos años después Varo conoció al exiliado austríaco Walter Gruen. Fue éste quien la persuadió de abandonar el dibujo publicitario y consagrarse por entero a la pintura. Así, Varo pudo participar por primera vez en 1955 en una exposición colectiva, a la que seguiría el año siguiente una individual que le abriría las puertas del por entonces bullicioso mundo intelectual de México, del que formaban parte artistas locales como Frida Kahlo y Diego Rivera y emigrados como Leonora Carrington.

Gruen escribió: “Se presentó ante el público una pintora desconocida, pero maravillosamente madura y fascinante: Remedios Varo. Dedica muchísimo tiempo a cada cuadro, trabaja largas horas dando pinceladas finísimas y varias capas de color. En una verdadera explosión creativa, como si hubiera intuido que la llama de su vida se iba a extinguir pronto, logró reunir un centenar de cuadros en los últimos diez años”. Y añadió: “Su amor por la vida en todas sus manifestaciones, por el cosmos y sus galaxias, los animales (sus gatos) y las plantas son la inspiración de sus creaciones. Sus obras son proyecciones de su ser más íntimo; no trata de impresionar a nadie. Es poseída sobre todo por la vida oculta: presencias y encuentros inesperados en muros y muebles, en estatuas, en las profundidades del mar; y por la vida inmanente, la vida como episodio en un ciclo que no termina con la muerte. Así, en su último bosquejo bruscamente interrumpido (Música del bosque) intenta representar al hombre meditando mientras escucha maravillado el eterno cantar de la creación, cantar que se graba en los anillos de un árbol recién cortado como si fuera un tocadiscos vegetal”. Y Gruen concluía su reflexión, que formaba parte de un texto editado a los veinte años del fallecimiento de la artista: “El espíritu inquieto de Remedios Varo, ¿se habrá reintegrado al coro de esta música del bosque?”

La pintura de Varo se inscribe en la corriente del surrealismo que quiere ser expresión de lo que se encuentra más allá de lo visible, en un mundo de múltiples dimensiones oníricas que atiende a la eterna llamada de los símbolos y los mitos. Los procesos psíquicos, la alquimia, el arte prehispánico, la astronomía, el esoterismo y la más pura fantasía, todo ello mostrado por medio de una absoluta dedicación al detalle, constituye su inconfundible universo personal. A esto se añade una producción literaria desconocida entre nosotros en la que figura por ejemplo un recetario para diversos fines, como espantar el insomnio, escapar de las arenas movedizas y provocar en el lector sueños eróticos.

Entre dicha producción literaria figura una abundante correspondencia que en gran parte permanece inédita y que ilustra los procedimientos con los que creó su obra. En una carta a su madre explica así el origen de su escultura Homo Rodans: “Resulta que hice con huesos de pescuezo de pollo y pavo, después de limpiarlos muy bien, una figura, y escribí un pequeño tratado de antropología (imitando un viejo manuscrito) para demostrar que el antecesor del homo sapiens fue esa figurita que hice, a la que llamo homo rodans (porque termina en una rueda)”. Y en otro lugar explica uno de sus textos redactados sirviéndose de la escritura automática, a menudo producto de un sueño: “Estoy lavando una gatita rubia en el lavabo de algún hotel, pero más bien parece que es Leonora (Carrington), que lleva un amplio abrigo y que necesita ser lavado… Confusa y perturbada, porque no estoy segura de a quién estoy bañando”.

Del mismo modo, algunas de sus cartas están dirigidas a personajes ficticios de su propia invención, por ejemplo un psiquiatra, en las que muestra el humor singular que siempre estuvo presente en su obra pictórica: “Creo que estoy más loca que una cabra. No se haga la ilusión de que la sala será atravesada por una aurora boreal ni por el ectoplasma de su abuela, tampoco caerá una lluvia de jamones ni sucederá nada de particular, y, así como le doy estas seguridades, espero que usted no sea ni un gángster ni un borracho”.

Contra toda apariencia, la pintura de Varo está lejos del azar y responde por el contrario a esquemas sólidos y minuciosamente concebidos, de lo que son testimonio sus cuadernos personales, igualmente inéditos. Ellos certifican los vínculos que funden en su obra poesía, sueño y razón, a la manera en que ocurría ya en los grabados y las pinturas de Goya para su Quinta del Sordo. El conjunto representa una visión total del mundo y de la magia de la vida, un conjunto en el que dialogan (y se transforman mutuamente) la realidad física y la mental, lo apreciado por los sentidos y lo sugerido por el yo interior. Una obra, pues, dotada de personalidad que convierte a Remedios Varo en una de nuestras artistas más universales del pasado siglo, el cincuentenario de cuya muerte, siguiendo la pauta hace tiempo establecida hacia nuestros exiliados, ha pasado totalmente inadvertido en España.

Mimetismo

Tailleur pour dames

La despedida
Homo Rodans

Música del bosque

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