martes, 30 de octubre de 2012

LECTURA POSIBLE / 77


UNA LETRA FEMENINA AZUL PÁLIDO, OBRA MAESTRA DE LA NOVELA CORTA

La publicación en catalán hace algunos años de Una lletra femenina de color blau pàl·lid (Edicions 1984, 2009) es, salvo error, la última edición en las letras peninsulares de un libro de Franz Werfel, autor austríaco de origen checo cuyo conocimiento entre nosotros es inferior a la calidad de su obra. De ésta han sido editadas en España varias novelas, entre ellas Los cuarenta días del Musa Dagh, extensa narración sobre el destino de los armenios en Anatolia durante la Gran Guerra; La canción de Bernadette, escrita por el autor en agradecimiento a la ayuda que recibió en el santuario de Lourdes durante su huida del nacional-socialismo y que dio lugar a una oscarizada película; y Reunión de bachilleres, libro de difícil clasificación en el que unos ex compañeros de estudios dirigen una mirada nada complaciente a su propio y turbio pasado. A lo que hay que añadir al menos tres de sus novelas cortas, La muerte del pequeño burgués, El secreto de un hombre y esta que ahora comentamos.

Werfel fue también dramaturgo y poeta, y su nombre figura en la crónica rosa de la Europa de entreguerras por su matrimonio con quien de soltera se llamaba Alma Schindler, que a lo largo de su agitada existencia, antes de adquirir el apellido Werfel, ostentó los de Mahler y Gropius. Como un “judío patizambo de abultados labios” describió Alma en 1917 a quien con el tiempo habría de ser su tercer marido, con el que en 1940 protagonizaría una épica evasión a pie a través de los Pirineos y luego, cruzando España, hasta Lisboa, de donde partieron hacia Nueva York y finalmente a Los Ángeles. A este viaje físico y a la vez simbólico hacia Occidente, que tantos debieron hacer por aquellas fechas, ha aludido Claudio Magris en algunos de los libros que ha escrito acerca del desarraigo judío, y en especial en Lejos de dónde, obra cuyo título procede de un amargo chiste del que también se hace eco Werfel en Una letra femenina azul pálido. En efecto, a las palabras de un personaje del relato que comunica su intención de marchar a América, en vísperas de la Anexión de Austria por el III Reich, el protagonista comenta: “Eso queda lejos”, a lo que el primero responde: “¿Lejos de dónde?”

Para quienes, como Werfel y Alma, lo habían tenido todo en la Centroeuropa anterior a 1933, el viaje hacia Occidente, y el desarraigo que éste aparejaba, fue la constatación de la pérdida de todo menos la vida, pérdida física de un suelo bajo los pies y a la vez espiritual, la de un mundo ya irrecuperable y cuya ausencia constituía el principio de un incierto exilio que para ellos sería definitivo. Pues no es poca cosa el camino que va desde la Praga natal de Werfel, que era también la de Kafka y Max Brod, hasta el Hollywood donde pasó sus últimos años. Al pie de las colinas de esta ciudad californiana escribió Werfel Una letra femenina azul pálido, narración que constituye una vuelta al pasado, o más bien un regreso del pasado en figura humana, quizá un intento inconsciente del autor de tender un último e inútil puente con lo que había quedado atrás.

El argumento es el siguiente: a sus cincuenta años, Leónidas es un triunfador que ha conseguido elevarse desde su humilde origen hasta convertirse en importante funcionario del Ministerio de Educación austríaco. El éxito social, de hecho, es un destino que ya está inscrito en su “ridículamente pretencioso” nombre, el cual le fue asignado por deseo de su padre, oscuro catedrático de instituto. En el triunfo de Leónidas ha desempeñado un relevante papel un frac, adminículo indispensable en la época para obtener el acceso a los bailes y las reuniones de la alta sociedad. Por el propio personaje sabemos que dicho frac lo heredó de un compañero de estudios judío que decidió suicidarse. Sirviéndose del frac y de una inesperada habilidad para bailar el vals, Leónidas conoció a Amelie, una de las más ricas herederas de Austria, la cual rechazó a todos sus pretendientes para casarse con él, en contra de la voluntad familiar. Este matrimonio no sólo abrió a Leónidas la puerta de la carrera ministerial, sino que también le convirtió en millonario. Así, desde hace años, el personaje lleva una existencia encumbrada por el respeto y la admiración general, pero al mismo tiempo gris y carente de interés. En medio de esto (y aquí comienza el relato), Leónidas recibe una carta.

Vera es la autora de esta carta, una judía alemana a la que Leónidas conoció muchos años atrás, cuando debía ganarse la vida dando clases particulares. Entonces ella era una inteligente joven de quince años. Frente a ella, el todavía en aquella época modesto Leónidas se sentía cohibido y humillado, lo que no le impidió desarrollar un secreto afecto hacia la joven, quien no le mostró nada más que indiferencia. Tiempo después, con motivo de un viaje que el protagonista debió realizar, volvió a encontrarse con Vera. Pero la situación, en este segundo encuentro, era diferente. Para entonces ya llevaba dos años casado, y su nueva posición le había permitido alcanzar una desenvoltura social de la que hasta entonces, aquejado de un sentimiento de inferioridad, había carecido. El reencuentro con Vera dio lugar a unas semanas de pasión amorosa que constituyeron el primer y único desliz matrimonial de Leónidas, el cual hizo creer a la joven que seguía libre, y no sólo eso: durante algunos días ambos llegaron a hacer planes para su propia boda, inmersos como estaban en los sentimientos de esa anticipada luna de miel, sentimientos verdaderos en el caso de Vera, falsos en el de Leónidas, que sabía que su esposa le estaba esperando. Tales engaños culminaron en el momento de lo que parecía ser una transitoria despedida: él en el estribo de un tren, y ella en el andén de la estación, recibiendo una ilusoria promesa de amor.

Aquellos hechos sucedieron hace dieciocho años, y entretanto el único contacto entre Vera y Leónidas fue una primera carta que aquélla le envió y que éste rompió sin haber leído. La aprensión con que lee la segunda carta de esta mujer ahora convertida en intrusa supone el inicio de un proceso mental en el que todas las seguridades y comodidades del protagonista se verán trastornadas, poniéndole por fin en situación de reconsiderar moralmente la índole de sus actos. El autor nos desvela paso a paso el cambiante estado psicológico del personaje, que termina por afectar seriamente a su trabajo, a su relación con Amelie y también a su manera de interpretar los sucesos de esos años, en los que Alemania había caído en poder del nazismo y se aprestaba a extender su dominación también sobre la adormecida Austria. Así, la inicial novelita romántica, casi un folletín, termina por cobrar una dimensión imprevista. Pues sucede que el contenido de la carta, en su aparente ambigüedad, revela no poco del estado de ánimo personal y colectivo en aquellos tiempos, cuando quienes se sabían protegidos en su confortable vida privada podían permitirse ignorar a conciencia la realidad del entorno, en la creencia de que ésta, y la catástrofe inminente, pasaría a su lado afectando quizá a otros, pero dejando su privilegiada posición intacta, más allá de toda convulsión y de toda amenaza. Una creencia que, como sabemos, era tan egoísta como equivocada.

Las apenas ciento cuarenta páginas de la novela de Werfel constituyen un retrato psicológico de primer orden de la Centroeuropa anterior a la II Guerra Mundial, pero también de aquellas sociedades avanzadas que, en todo tiempo y lugar, sufren lo que Freud pocos años antes llamó el malestar en la cultura y que acompaña a todas las crisis civilizatorias, las cuales, junto a los grandes acontecimientos que después recogerán los libros de Historia, incluyen también otros acontecimientos no menos destacados, aunque casi siempre desconocidos, de orden moral. Estos son los dominios del novelista que, como Werfel, sabe leer su propia contemporaneidad y arrojarla a la cara del mundo por medio de su obra. Hoy la lectura de Una letra femenina azul pálido, novela que entre nosotros está necesitada de una urgente reedición, ya no puede ser inocente, y si los escritores y aprendices de escritores la abordan con la conciencia de que se trata de una pieza magistral en su género, el de la novela corta, no es menos cierto que el lector corriente, tras su lectura, también podrá ver trastocada su concepción del mundo actual y del lugar que en él ocupa. Y es que toda la seguridad y la fortaleza de una vida privada y de una pretendidamente definitiva posición social, en determinados tiempos, pueden no ser otra cosa que una absurda y grotesca ficción. Basta, a veces, que llegue una carta.

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