martes, 17 de junio de 2014

DISPARATES / 114

REINVENTAR LA REPÚBLICA, UNA PROPUESTA ÉTICA DE VINCENT DUCLERT

En un país de extremos que vota al centro, como es España, la república ha pasado de la noche a la mañana de ser un tabú abominable, propiedad de uso exclusivo de una minoría, a convertirse en la comidilla de todas las tertulias televisivas, radiofónicas y tabernarias de cada día, sin que tal cosa haya pasado inadvertida más allá de los Pirineos, donde algunos medios, por ejemplo Le Monde unos días atrás, han empezado a hacerse preguntas.

Se diría que la simple palabra “república” ha heredado aquellas reivindicaciones de los indignados de hace unos años, unas reivindicaciones que, al haber sido bloqueadas hoy por la fuerza de las circunstancias (entiéndase por esto mayorías absolutas, leyes electorales, sucesiones garantizadas, desunión de la izquierda, etc.), han sido proyectadas a un incierto mañana. A la república, cuyo solo nombre debería tener la facultad de unir a sectores que por lo demás muy poco tienen en común, se le pide ser la panacea que en el futuro permita hacer realidad reclamaciones largamente aplazadas, todo ello sin que hasta la fecha el actual debate alcance más allá del legalismo y de las meras formas, y sin que pueda identificarse en él el más leve signo de un contenido político, económico o social que sirva para justificar la hipótesis de un cambio en la forma del Estado y, de paso, para avalar la necesidad del debate mismo. Esos contenidos que por el momento no aparecen en la cuestión republicana, vista desde el reino de España, podrían nutrirse de lo que en la actualidad se reflexiona al respecto en Francia, donde por diferentes motivos se ha consolidado hace tiempo una corriente de opinión reformadora y, podría decirse, “restauradora” de los valores y principios tradicionales de la República. Del significado ético de ésta trata el libro Réinventer la République. Une constitution morale, del que es autor Vincent Duclert y que ha publicado la editorial Armand Colin.

Vincent Duclert es historiador, miembro del Centro de Estudios Sociológicos y Políticos Raymond Aron y actualmente profesor de la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales. Hasta 2009 fue responsable de las páginas literarias de la revista La Recherche, y ese mismo año la publicación de su libro La Gauche devant l’histoire motivó una airada protesta del ex primer ministro socialista Lionel Jospin. En ese libro, Duclert se interrogaba: “¿Por qué la identidad socialista es en el mejor de los casos la resignación, y en el peor el sufrimiento y hasta la vergüenza, habiendo devenido el partido en un triste espectáculo?” Duclert fue uno de los especialistas franceses que contribuyeron en 2006, año del centenario de la rehabilitación del capitán Dreyfus, a la redacción de la que se considera la biografía más completa de éste. Es autor igualmente de la monografía Jaurès, 1859-1914. La Politique et la Légende, que se publicó el año pasado.

Decíamos que en Francia corren aires de restauración republicana. Ello se debe a varias razones, entre las que figuran el avance de la derecha, el “penoso espectáculo” de los socialistas, la corrupción, el problema de las regiones y la creciente nebulosa en la que va quedando la idea de Europa. En realidad no son pocos los franceses que, perplejos ante la situación de su país, le aplican el mismo diagnóstico de Duclert al Partido Socialista. A propósito de lo anterior la revista Marianne invitó hace unas semanas a sus lectores, bajo el epígrafe de Tout changer!, a hacer sugerencias para escapar del ciclo de “resignación, sufrimiento y vergüenza” en el que vegeta la República. De entre las miles de proposiciones recibidas, los redactores de la revista han seleccionado las más representativas, entre las que se incluyen: la prohibición de que los cargos públicos reciban más de un salario por mandato; la des-profesionalización de la política; la paridad obligatoria en las listas electorales; la supresión de los departamentos y la transferencia de sus funciones a las regiones; la institucionalización, “al estilo suizo”, de los referéndums por iniciativa popular; la creación de un small business act que obligue a las administraciones a reservar el treinta por ciento de sus ingresos para el fomento de las empresas locales; la aprobación de una reforma fiscal progresiva; la nacionalización de las autopistas; el establecimiento de un servicio civil obligatorio; la proclamación de la sanidad, la educación, la energía y el agua como servicios públicos y únicos (sin sector privado); y la humanización de las prisiones.

Ideas estas, la mayoría, que bien podrían incluirse en la propuesta moral que formula Vincent Duclert en su libro. Dicho sea de paso: la similitud de estas reclamaciones con las que hoy se expresan en España parece ir en la dirección de una problemática común, verificada ya por otros autores, más allá de la forma específica adoptada por el Estado. Con razón, en un artículo a propósito de este libro de temática francesa pero que legítimamente puede extenderse a la generalidad de Europa, afirma Bruno Modica en el magazine La Cliothèque que “en tiempos como los actuales de crisis social, de desencanto de la política y de tentaciones extremas que se manifiestan en un endurecimiento del discurso, es bueno concederse un tiempo para centrar la atención y movilizar la reflexión cruzada del historiador, del filósofo y del sociólogo”. Esta es la vocación del ensayo que comentamos, el cual constituye una llamada a los fundamentos de la República, “misión” que se ha asignado el autor y que tiene continuidad con trabajos precedentes, en especial con La République imaginée, un ensayo publicado en 2010 y que se inscribía en un ambicioso proyecto de la editorial Belin relativo a la historia de Francia.

El libro de Duclert se desmarca de las numerosas contribuciones académicas al respecto, lo que se aprecia en su título programático e intencionadamente provocador, el cual anuncia (y efectúa, como se verá después) un cuestionamiento radical de los límites aceptados entre la política y la historia. El autor no elude la crisis que experimenta hoy en Francia la idea republicana, y, al contrario, se sirve de ella para proponer resueltamente la tarea de “reinventarla” a fin de recuperar su “constitución moral”. Esta reinvención propuesta por Duclert posee un carácter propio que la aleja de la promesa de una “República ejemplar” con la que Hollande accedió a la presidencia en 2012, a la vez que afirma su raíz política sobre el llamado “choc” del 21 de abril de 2002, cuando en la primera vuelta de las elecciones presidenciales el candidato de la ultraderecha Jean-Marie Le Pen se quedó a tres puntos del presidente saliente, Chirac, sobrepasando por más de tres al socialista Jospin. Este ascenso de la extrema derecha que no habían sabido reflejar las encuestas motivó una oleada de protestas y manifestaciones populares que se prolongó durante dos semanas, y que tuvo su apogeo en la celebración del primero de mayo, al que acudieron un millón y medio de personas. Conviene recordar, y a ello nos remite Duclert, que tras las movilizaciones Chirac fue reelecto en la segunda vuelta con más del 82% de los votos, lo que indicaría la existencia de un sólido y en general silencioso consenso, dispuesto a olvidar sus diferencias cuando se cuestionan los fundamentos que inspiraron la República.

Históricamente, la reinvención defendida por el autor se apoya en la obra de Charles Péguy, el convencido dreyfusista y filósofo de la refundación republicana que suscribió la idea de la “constitución moral”. Así, Duclert afirma que “avanzar la hipótesis de una constitución moral de la República (…) y validar sus pruebas históricas” son los propósitos principales de su obra. Para definir el grado de exigencia de ésta, el autor apela a la referencia paradigmática de la “ética del conocimiento” de Marc Bloch, que le permite reivindicar y atribuir finalidades cívicas a su oficio de historiador, de lo que se desprenden dos registros heterogéneos y a la vez complementarios que actúan como guía del autor a través de su obra: uno en tanto que especialista de la historia de la República y un segundo que es producto del compromiso cívico republicano tan necesario hoy día. Dicha constitución moral se nutre de la idea, que se encuentra en el corazón del pensamiento de Péguy, según la cual “la revolución no es la novedad pura, sino que muestra su fuerza en una tradición anterior, más antigua, más eterna”.

En el primer capítulo el autor define lo que ha llamado “el régimen reflexivo de la República”, que es testimonio del papel destacado que tienen que representar los intelectuales e investigadores de todas las disciplinas, los profesores, los artistas y los periodistas, en favor de la causa intelectual republicana. Ésta, por naturaleza, se distingue por cultivar la libertad de espíritu y la búsqueda de la verdad. De ahí surgiría, en última instancia, la participación activa de todos los ciudadanos en la conformación de la conciencia moral republicana, el “cuerpo cívico” de la nación encargado de velar por las libertades y los derechos de las personas. Es por medio de esta constitución moral y cívica como aparece el ámbito político propiamente dicho, al tiempo que determina la conducta y el carácter de los gobernantes, las leyes y las instituciones. Esta esfera de la “política moral”, hecha de compromisos, luchas sociales y combates de ideas, vendría a ser el verdadero vínculo entre el pasado y el porvenir republicanos.

De manera paradójica, “reinventar la República” no es un concepto nacido contemporáneamente, sino una “herencia”, la cual, según afirma el autor, no procede de Péguy, sino de Jean Jaurès y muy especialmente de su célebre Discurso a la juventud. En aquel discurso pronunciado en el Lycée d’Albi en 1903 Jaurès caracterizó toda la historia humana como una “perpetua creación”, identificada entonces por la gran novedad democrática y por la invención de la República por los revolucionarios franceses. A Jaurès, como encarnación del ideal republicano, dedica Duclert el segundo capítulo de su libro, en el que muestra cómo la primacía de los valores republicanos condujeron a aquél al socialismo. A partir de Jaurès, en efecto, el desenvolvimiento de la teoría y la práctica republicanas convocan por igual la democracia y el marxismo, amalgamados en un compromiso filosófico y político desde el que Duclert deduce su propio proyecto intelectual, situado en la intersección de la filosofía europea y la historia de la idea republicana en Europa, sin excluir puntos de vista polémicos relativos al asunto Dreyfus, la Ocupación, el Gobierno de Vichy o la Guerra de Argelia.

Una “dignidad cívica”, alcanzada en el curso de la historia por la voluntad del bien común (la República), los derechos y las libertades individuales (la democracia) y la justicia social (el socialismo), evoca casi heroicamente a una comunidad de individuos que contrasta amargamente con el estado de “fatiga, abulia y resignación” de la Francia actual, afirma Duclert, quien con su obra ha puesto los cimientos de una más vasta investigación, necesariamente interdisciplinar. Las nuevas dimensiones abiertas a la luz de este Réinventer la République invitan a considerar desde otra perspectiva el papel desempeñado por las mujeres en la lucha por la educación y la ciencia, asunto este al que, a través de la vida y la obra de Marie Curie, Mathilde Salomon y otras, dedica el autor el último capítulo.

La República, como todo Estado, no se reduce a su historia política, a sus constituciones y a sus revoluciones, sino que es ilustración de lo que Philip Nord ha llamado “el momento republicano”: una búsqueda que es a la vez cultural y social y que trata de comprender el modo en que se produce la génesis de un espacio cívico y laico, y de unas corrientes de emancipación intelectual y moral que hagan de contrapeso frente al poder establecido. A dicha búsqueda está consagrado este libro, destinado a dotar de contenido y a vivificar, no sólo en Francia, los fundamentos históricos y los ideales morales del republicanismo.

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