martes, 3 de septiembre de 2013

LECTURA POSIBLE / 115

JEAN ROLIN, VAGABUNDO DE NUESTRO SIGLO

La muy adulterada noción de “compromiso intelectual” ha asumido tradicionalmente entre los novelistas un rasgo tan fácil de expresar como difícil de llevar a la práctica: el de hablar, de manera crítica, de su presente. Tarea ésta que se complica cuando dicho presente, como ocurre con el nuestro, se halla inmerso en pleno proceso de cambio, un cambio que es global, que afecta a la economía, la política, la guerra y la cultura y que está lejos de llegar a su fin. A la pregunta que se formula todo escritor serio de cómo expresar literariamente los signos inequívocos de la época, a la de cómo atrapar lo que es característico de ella, sin incurrir en el uso de técnicas ya agotadas (como acaso sucede con el realismo social), y a la vez sin proferir tan enérgicos como vacíos discursos que mañana habrán quedado más que superados por la realidad, a todo ello Jean Rolin responde con una original propuesta cargada de ironía, de transparencia y lucidez. Lo que no tiene poco mérito.

Jean Rolin nació en Boulogne-Billancourt en 1949, el mismo municipio (ya es causalidad) en el que Patrick Modiano había venido al mundo cuatro años antes. Y quizá esta broma del destino explique cierto aire de familia que puede apreciarse entre estos autores, hijos ambos de una ciudad provinciana que ha sido engullida por París y que hoy forma parte de lo que con mucho acierto se llama una Communauté d’agglomération, la cual tiene más de aglomeración que de comunidad y que no deja de ser un caso aparte, un lugar en el que los cosmopolitas parisinos no son ni una cosa ni otra, y proclive a convertir a éstos en espectadores siempre situados a cierta distancia, o bien en vagabundos y apátridas.

El oficio periodístico, durante casi medio siglo, ha llevado a Rolin a recorrer el mundo, vagabundeos de los que ha vuelto cargado con cerca de una veintena de obras, entre libros de viajes, nouvelles y novelas propiamente dichas, que le han convertido en una de las voces más interesantes y personales de la literatura francesa. Por una de dichas obras, La ligne de front, que describe un viaje por seis países del África austral, recibió en 1988 el Premio Albert Londres; por otra, L'Organisation, una de sus escasas obras ambientadas en París y que narra el turbulento final de la década de los ’60 desde la perspectiva que le ofrecía su militancia en la Izquierda Proletaria, de la que su hermano Olivier (también escritor) dirigía su brazo armado, el Médicis en 1996. A lo anterior hay que añadir que el viaje ya figuraba desde la infancia en el horizonte de nuestro autor, en su calidad de hijo de un médico militar a medio camino entre la Bretaña de su abuela y el Congo, donde vio colmada su apetencia de lo que le falta a todo hijo del interior: el mar.

De Rolin ha aparecido hace unas semanas su última novela, Ormuz (P.O.L, 2013), que fue presentada ayer en París. Por el estrecho de tal nombre, entre el Golfo Pérsico y el de Omán, circula como es sabido una parte importante del petróleo y el gas que nutren a la economía global, lo que le convierte en destacado enclave geoestratégico y en causa de permanentes conflictos diplomáticos y de la no menos permanente inquietud internacional. Regularmente Irán amenaza con bloquear el estrecho, mientras los buques de guerra de la Armada de Estados Unidos navegan por la zona. Ormuz es uno de los lugares en los que se ventilan el presente y el futuro del mundo, lo que explica que nada de lo que sucede en esta franja de agua de sesenta y tres kilómetros, que en su parte más estrecha separa cuarenta kilómetros una orilla de otra, sea insignificante. Y es aquí donde aparece Wax, personaje de contornos difusos, con nombre de marca de detergente, mitómano y descentrado, que se propone cruzar el estrecho de Ormuz a nado, acto inútil y desprovisto de todo simbolismo, pero que tiene la virtud de poner en movimiento la burocracia y la desconfianza de las autoridades de las orillas persa y árabe, así como de otros poderes tan oscuros e interesados en la gesta de Wax como desconocidos.

El asunto es muy propio de la narrativa de Rolin, en la que abundan los personajes descentrados que se embarcan en causas peregrinas y cuyas motivaciones reales nos resultan del todo incomprensibles. El mismo Wax, como otros personajes de nuestro autor, parece extraído de la llamada cultura pop, y en su aparente y quijotesca ingenuidad no queda claro si es consciente de la proporción de su empeño y de los obstáculos que saldrán a su camino, los cuales está convencido de poder sortear con la ayuda del narrador. Él es, a fin de cuentas, quien cruza el estrecho y vaga por tierra con la intención de establecer contactos y recopilar información político-militar, la cual, una vez transmitida a Wax, será entendida a su manera, totalmente tergiversada y aleatoria, por éste. Y de todas formas, cuando más disparatado e improbable se nos antoja su proyecto, el héroe se lanzará a consumarlo.

A la espera de la próxima traducción de Ormuz, tres son por ahora los libros de Rolin disponibles en castellano: La cerca (Sexto Piso, 2012), Cristianos y El rapto de Britney Spears (Libros del Asteroide, 2011 y 2012). Tres libros que abarcan un período creativo de casi una década, desde 2002 hasta 2011, y que constituyen por tanto una muestra representativa de la producción más reciente del autor francés.

El primero de ellos, cuyo título original es La Clôture, viene a ser, como L'Organisation, de los pocos de su autor que se desarrollan en su ciudad natal. El título hace alusión a una cerca, en efecto, pero también a una calle del mismo nombre del distrito 19 de París, en el noroeste. A diferencia de lo que sucede con Ormuz, aquí apenas hay argumento, y la narración más bien podría pasar por una especie de reportaje periodístico del París (y de nuestra civilización) postindustrial. El narrador, del que no sabemos mucho, está también él decidido a acometer un proyecto de gran dimensión y por lo demás confuso, consistente en establecer alguna clase de relación entre la caída en desgracia y posterior muerte del mariscal Ney, general napoleónico, y el bulevar parisino al que actualmente da nombre, y que constituye uno de los así llamados boulevards périphériques de la capital de Francia (a los que también Modiano, dicho sea paso, dedicó una de sus novelas más conocidas).

Estos bulevares y los descampados, callejuelas y demás territorios urbanos comprendidos entre ellos son el ámbito en el que el narrador realiza su trabajo de cronista, para lo que debe describir minuciosamente, al estilo de Georges Perec, tanto su geografía como su población humana. Una geografía descalabrada y una población mayormente de inmigrantes y de vagabundos, así como de prostitutas y toxicómanos. El puterío internacional, sobre todo africano y europeo del Este o “albanés”, forma parte inseparable de la configuración del paisaje, así como las viviendas ruinosas, los vertederos y los taludes alambrados de la vía férrea, todo ello iluminado a distancia por los grandes rótulos publicitarios de las transnacionales. En este entorno que evoca una distopía “del día después” la frialdad y la objetividad del relato despiertan en el lector sentimientos encontrados, desde el humor de los cuadros picarescos que representan a personajes como el indigente Gérard Cerbère hasta el horror apocalíptico propio de una historia de ciencia ficción. Que la narración se sitúe explícitamente en el año 2000, con su cambio de siglo y de milenio, contribuye a suscitar la idea de que nos hallamos ante los estertores del mundo conocido y los inicios de otro, de no muy buen aspecto. Escenas como las descritas por Rolin eran no hace mucho “tercermundistas”, pero hoy pueden encontrarse, en efecto, en cualquiera de las grandes metrópolis de Occidente: pues se trata de una guerra, nos sugiere el autor, a la que le ha llegado su Waterloo, episodio éste último que el narrador recrea imaginariamente sin salir de este territorio contemporáneo, ahogado por la cerca que constituyen los inexpugnables bulevares de la periferia de un desastrado París.

Un año posterior es Cristianos, relato de un viaje a los territorios palestinos en vísperas de la guerra de Irak. En la producción de Rolin este título es de los que más se asemejan propiamente a un libro de viajes, si bien aquí el grupo humano que se estudia, con la misma atención antropológica que en La cerca, es el de la población cristiana de la región, de la que muy poco suelen hablar los mass media y que sin embargo sufre en carne propia los rigores del conflicto. A fin de ilustrar la vida cotidiana de esta comunidad, Rolin se remonta a los lejanos orígenes de su historia, en su calidad de descendientes de los primeros cristianos. Olvidados hoy y constreñidos por el fundamentalismo islámico, por una parte, y la ocupación israelí, por otra, muchos de ellos lideraron el siglo pasado un movimiento nacionalista árabe de corte laico y progresista, y, como también sucedió durante las Cruzadas, en la actualidad han vuelto a ponerse del lado de los árabes contra el ocupante extranjero. El libro incluye el testimonio de diversos personajes cuya presencia en la región adquiere una naturaleza épica, conscientes pese a todo de ser hoy el residuo de una comunidad una vez floreciente y cuya supervivencia, cada día, es más dudosa.

El rapto de Britney Spears se publicó en su idioma original en 2011. En este libro, que es de los que más fama ha dado a su autor, el camaleónico Rolin se traslada a Los Ángeles para mostrarnos otra de las facetas de nuestro cruel y enloquecido mundo. Y es que la cantante Britney Spears ha recibido amenazas de secuestro de una presunta célula islamista, oscuro asunto que deberá investigar un despistado detective francés, el cual tendrá que enfrentarse a su absoluto desconocimiento del mundo de los famosos y a la voluble red de transportes públicos de la ciudad. Por el camino, el agente traba relación con diversos paparazzi y otra gente de la farándula, y se familiariza con la vida de lujo y esplendor que las estrellas llevan entre Sunset Boulevard, Malibú Beach y Rodeo Drive. Los hechos son narrados en la distancia, en el tiempo y sobre todo en el espacio, ya que el detective se encuentra ahora en Tayikistán, en la frontera china. Con estos materiales que oscilan entre la parodia, lo pop y lo kitsch, el lenguaje de la televisión e incluso el del cómic, Rolin consigue componer un retrato que es ante todo una sátira social de la que está excluida de antemano toda ambición psicológica, y que incide, nuevamente con acierto, en sus métodos para estudiar grupos humanos, grupos extremos que quizá, en su conjunto, representan lo más fielmente que es posible hoy en la literatura la globalizada, desigual y absurda realidad de nuestro tiempo.

Confiesa el autor que para la realización de estos libros, incluso cuando se encuentra “en el terreno”, se sirve ante todo de planos detallados sobre los que imagina las andanzas de sus personajes. Pues sucede que la existencia del hombre está indisolublemente unida a la geografía. En eso consiste, finalmente, la obra de Jean Rolin: una intensa y original cartografía humana.

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