martes, 22 de septiembre de 2015

LECTURA POSIBLE / 193

JUAN RULFO, UNA FIESTA LATINOAMERICANA

Cuentan que el cura de Apulco, en el estado de Jalisco, tenía la costumbre de pasar por las casas de la gente y llevarse los libros que encontraba en ellas, con la excusa de comprobar que no estaban prohibidos y que no eran dañinos para la frágil moral de sus feligreses. De este modo el padre Ireneo Monroy llegó a formar una excelente biblioteca, que además de para salvaguardar la moral de su rebaño sirvió para que el futuro autor de Pedro Páramo y El llano en llamas se iniciara en la literatura.

Juan Rulfo, que perdió a sus padres en la infancia, iba a ser más tarde lector de Rilke y de Faulkner, y tras colaborar ocasionalmente en algunas revistas de Guadalajara y de la ciudad de México publicó varios relatos que serían el anticipo de los quince (luego diecisiete) que conformaban el volumen El llano en llamas, que publicó en 1953 Fondo de Cultura Económica, y al que dos años más tarde sucedería la novela Pedro Páramo. El escenario de estas narraciones es siempre el mismo, un territorio árido habitado por míseros campesinos cuyas existencias sin horizonte son producto del fracaso de la revolución mexicana. Muchas de ellas transcurren en la imaginaria aldea de Comala, cuyo referente real era San Gabriel, en Jalisco. Estos cuentos son herencia colectiva de una tradición oral que llegó a Rulfo a través de su tío Celerino, con el que viajó por México, actividad a la que Rulfo fue fiel desde que en 1938 la Secretaría de Gobernación le asignó diversos servicios en regiones remotas y empobrecidas del país. Antes que escritor, pues, Rulfo fue no sólo lector, sino sobre todo oyente, homérico recopilador de historias salidas directamente de la tierra, más o menos como si fueran escorpiones o lagartos, animales literarios que fueron los que convirtieron a Rulfo en cantor de la parte hasta entonces invisibilizada de México y le otorgaron su radical originalidad.

De la publicación de Pedro Páramo se cumplen ahora sesenta años. La otra novela de nuestro autor, El gallo de oro, fue redactada poco tiempo más tarde, si bien sólo se publicó en 1980, seis años antes de su muerte. Pedro Páramo narra la aventura de Juan Preciado, quien regresa a Comala para cumplir la promesa que hizo a su madre en su lecho de muerte. El protagonista deberá encontrar a Pedro Páramo, su padre y en otro tiempo todopoderoso cacique del pueblo, para exigirle lo que le corresponde como heredero. Ahora bien, a la llegada del héroe a Comala se observa que ya no queda nadie, estando poblada solamente por fantasmas. Se trata de unos fantasmas que poseen vida propia y que vagan entre las ruinas relatando los hechos de su vida y de su muerte. Algunos, los menos, como vamos sabiendo, perecieron de muerte natural; otros, como el hermano del protagonista, a causa de un accidente. La mayor parte, sin embargo, falleció de manera violenta, casi siempre durante la revolución, o al término de la misma. Esta pervivencia de los ausentes tiene sus raíces en la fiesta nacional del día de difuntos, el 2 de noviembre, cuando ellos vuelven fugazmente a la vida y son recibidos por sus parientes, quienes a tan fin se disfrazan y confeccionan variados dulces. En realidad, el relato viene a invertir el orden natural de la fiesta, ya que aquí es Juan Preciado el que efímeramente se traslada al reino de los muertos, siendo acogido por lo que queda de ellos: “sus voces y murmullos”.

Subsiste hoy en México y en el extranjero el encendido debate acerca de esta obra, que unos querrían ver adscrita al llamado “realismo mágico” y otros a “lo real maravilloso”, tendencias consideradas divergentes por eruditos que finalmente acaban siempre por convenir que Rulfo no practicó ni una cosa ni la otra. En verdad Pedro Páramo tiene sus fuentes en unos orígenes humildes que a la vez no pueden ser más nobles, y que no son otros que los de la misma literatura, es decir, en la tradición oral de la que también se nutrió Homero y en la que no caben las categorías excluyentes de lo real y lo fantástico, pues el marco de referencia viene a ser el de las leyendas en las que se mezclan los vivos con los difuntos, los mortales con los dioses.

La escritura de Rulfo nos revela la temporalidad de la existencia humana y el modo en que ésta, del brazo de la memoria, conduce al lugar físico y terrenal, pero también simbólico, en el que los hombres nacieron, o mejor: al lugar donde antes no existían.

El cumpleaños de Pedro Páramo se está celebrando por todo lo alto en Latinoamérica. Como homenaje, la Fundación Juan Rulfo y la editorial RM han publicado estos días el volumen Pedro Páramo, sesenta años, que incluye dieciocho contribuciones críticas firmadas por autores como Jorge Aguilar, José Luis Bobadilla, Jorge Zepeda o José Carlos González Boixo, el editor de la obra de Rulfo en España. Uno de ellos, el profesor irlandés Dylan Brenan, sugiere que cada nuevo lector “debería poder entrar caminando en Comala tan ingenuamente como Preciado”. Otros textos subrayan “la materialidad sonora de la escritura” de Rulfo, la recurrente violencia verbal de los personajes o la ausencia, entre estos, de indígenas, ello a pesar de que Rulfo dedicó la mayor parte de su vida al Instituto Nacional Indigenista, donde editó una importante colección de antropología antigua y contemporánea. El libro incluye un póster con las portadas de las más de cincuenta traducciones de Pedro Páramo, y en conjunto es una plural y estimulante reflexión acerca de la creatividad de nuestro autor, la cual contiene claves que aquí se señalan oportunamente y otras que acaso, todavía hoy, se nos escapan. Al mismo tiempo, y como ejemplo tomado al azar, puede mencionarse aquí la quinta edición del Festival Visiones de México en Colombia, el cual se celebra en el Centro Cultural Gabriel García Márquez que FCE posee en Bogotá y que está dedicando diversas actividades a la obra del escritor jalisciense.

Por otra parte, los actos dedicados a Pedro Páramo coinciden en Estados Unidos con la celebración del Mes del Patrimonio Hispánico, que desde el 15 de septiembre y hasta el 15 de octubre está desplegando una abundante actividad en todo el país, incluyendo conciertos, exposiciones y festivales gastronómicos. La riqueza cultural hispana ha llegado también a la Biblioteca del Congreso, en cuyo sitio web se ha creado una sección gestionada por el Archive of Hispanic Literature on Tape (AHLOT), y que reúne más de setecientos registros digitalizados con las voces de gran cantidad de autores, desde Gabriela Mistral hasta Juan Ramón Jiménez, pasando naturalmente por Juan Rulfo, de quien puede escucharse un fragmento de Pedro Páramo grabado en octubre de 1960 en la Universidad Nacional Autónoma de México.

El huérfano Juan Rulfo que creó a este otro huérfano protagonista de su novela inauguró hace ahora sesenta años un camino de aprendizaje que está muy lejos de agotarse. La indagación personal y literaria del autor ha dado lugar a al menos cuatro versiones cinematográficas y a diversos congresos internacionales, el último de los cuales tuvo lugar en la University College de Cork, en Irlanda, hace unos años; y también a una ópera que sobre Pedro Páramo está escribiendo el compositor Stephen McNeff y de la que algunos pasajes se estrenaron el año pasado en el Milton Court Studio Theatre de Londres. Juan Preciado sigue hoy persiguiendo la herencia de su padre, el cual a su vez busca en otros cuerpos “el puñadito de carne” que una vez fue Susana San Juan, “una mujer que no era de este mundo”. La herencia recibida no puede ser otra que la multiplicidad de voces y murmullos que asaltan al héroe en su recorrido por esa ruinosa y áspera Comala que nunca estuvo tan habitada como ahora.

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