lunes, 4 de febrero de 2013

DISPARATES / 56


POBREZA Y PROGRESO. LOS CASOS DE ESTADOS UNIDOS Y VENEZUELA

Eric Draitser

¿A qué llamamos “Tercer Mundo” en 2013? Si tomamos la definición clásica del término, el Tercer Mundo comprende a los países (no blancos) que luchan por alcanzar altos niveles de desarrollo económico y que, generalmente, permanecen en la periferia de la economía mundial. Sin embargo, desde el comienzo de la crisis en 2007-2008, muchos de estos problemas tradicionalmente exclusivos de los países pobres a veces aparecen de un modo aún más flagrante en el llamado mundo desarrollado. Males socio-económicos como la pobreza, el hambre y el desempleo se han agravado terriblemente en los países capitalistas desarrollados, como Estados Unidos, donde los políticos y los medios de comunicación siguen seducidos por el brillante espejismo de la recuperación económica. Tiene sentido, pues, preguntarse a quién beneficia la recuperación económica, ¿a los pobres o a Wall Street? En todo caso, el mundo debería reconsiderar la naturaleza de este progreso. Es interesante al respecto comparar por ejemplo las estadísticas estadounidenses con las de Venezuela, en tanto que se trata de dos países que se guían por políticas económicas bien diferentes. Al hacerlo, empezamos a tener una idea más clara, más allá de lo que cuentan los medios de comunicación sometidos a distorsiones políticas, de los avances logrados por la Revolución Bolivariana, mientras que la situación de los pobres y los trabajadores estadounidenses continúa deteriorándose.

¿Qué es la pobreza?

Antes de definir la pobreza en Estados Unidos y Venezuela, es preciso analizar las diferencias existentes entre los dos países en la forma de medir la misma. En Estados Unidos, la pobreza se mide sólo por los ingresos del hogar, utilizando un valor denominado “umbral de pobreza” que es determinado por la Oficina del Censo. Esta medida, basada en un límite puramente arbitrario entre lo que es pobreza y lo que no lo es, rige la mayoría de los análisis y las decisiones sobre los estadounidenses pobres. Como debería ser obvio, el sistema ignora el simple hecho de que las personas que están justo por encima del umbral de la pobreza no tienen la vida mucho más fácil que los que se encuentran por debajo. En ambos casos, la privación es la norma. Por otra parte, la creciente inflación, la caída de los salarios y otros factores siguen afectando el poder adquisitivo y las vidas de los pobres, lo que hace su situación más problemática.

Venezuela, por su parte, utiliza una serie de valores muy diferentes para determinar la pobreza, tales como el acceso a la educación, agua potable, vivienda, etc. Por tanto, la pobreza en Venezuela no es una cuestión de ingresos, sino de calidad de vida. Midiendo la pobreza de esta manera, el gobierno venezolano tiene una visión mucho más completa de la situación socio-económica del país. Cabe señalar que, a diferencia de Estados Unidos, las estadísticas sobre la pobreza constituyen una de las referencias principales sobre las que el gobierno venezolano se apoya para tomar sus decisiones. Si bien la misma palabra “pobreza” ha llegado a convertirse en Estados Unidos en una palabra sucia (como lo demuestra la total ausencia de la misma en los debates presidenciales del año pasado), Chávez y la Revolución Bolivariana la han convertido en el elemento central de sus políticas públicas en todas las áreas.

¿Qué dicen los números?

Cuando examinamos los datos recogidos por la Oficina del Censo de Estados Unidos, hay muchos hechos perturbadores. Ante todo hay que señalar que para el 2012 el umbral de la pobreza para una familia típica de cuatro personas estaba fijado en 23.050 dólares brutos anuales (17.000 euros). Téngase en cuenta que esta cantidad es bruta y que de ella hay que descontar los impuestos, por lo que ni siquiera refleja la verdadera gravedad de la situación sufrida por estas familias. Quienes conocen el coste de la vida en Estados Unidos se dan cuenta inmediatamente de que la “pobreza”, así considerada, es una broma cruel. En la práctica, este nivel de ingresos es sinónimo de pobreza extrema, lo que significa falta de lo necesario para la vida humana. Así que, en realidad, no estamos hablando de los “pobres”, sino de los que están en peligro de muerte debido a la desnutrición, las enfermedades graves que podrían curarse, y un sinnúmero de otros problemas. Además, cabe señalar que el ingreso promedio de una familia (de todas las familias, no sólo los pobres) sigue disminuyendo drásticamente: se redujo un 8,1% desde 2007. Por tanto, es evidente que la pobreza no sólo es alta, sino también que aumenta.

California, que ha sido durante mucho tiempo el buque insignia de la economía, tiene ahora, además de Silicon Valley y su hermosa costa, la tasa de pobreza más alta en los Estados Unidos. Medida de acuerdo con la Oficina del Censo, California puede presumir de tener una tasa de pobreza del 23,5%, y si sumamos a los que no cumplen con los requisitos técnicos que se incluyen en esta figura pero viven al margen de la economía, podemos decir que la pobreza se está extendiendo como una epidemia en California. Como explicó Timohty Smeeding, economista de la Universidad de Wisconsin Madison, “en general, la red de seguridad permite a muchas personas mantenerse a flote, pero es relativamente más difícil obtener cupones de alimentos y otros tipos de asistencia.” Vemos, pues, que en el estado más poblado de la nación, y supuestamente el primero en el plano económico, la situación de los pobres es devastadora y cada vez más personas sobreviven sólo con la ayuda del gobierno. Todo esto, por supuesto, con el telón de fondo de la austeridad en forma de la “entitlement reform” (“reforma de las prestaciones”) que quieren imponer tanto demócratas como republicanos y que efectivamente recortará estos programas de asistencia que son absolutamente esenciales para la supervivencia de millones de estadounidenses.

Los ingresos no pueden ni deben ser el único indicador de la pobreza y la situación económica. En realidad, hay muchos otros factores a tener en cuenta, tales como el acceso a una alimentación adecuada, algo crucial para los niños cuyos padres son pobres. De hecho, los datos más recientes del USDA muestran que, ya en 2011, al menos 18 millones de familias estadounidenses estaban en situación de “inseguridad alimentaria”. Y esto es sólo la punta del iceberg si pensamos en los millones de hogares que no fueron incluidos en esta estadística, pero que hasta ahora no pueden pagarse una comida de calidad, así como las muchas familias que escapan de la inseguridad alimentaria sólo a través de los programas de asistencia del gobierno, tales como el Programa de Asistencia de Nutrición Suplementaria (SNAP), conocido popularmente como “tickets de alimentos”. La falta de acceso a alimentos de buena calidad es una situación ampliamente generalizada en los barrios urbanos pobres, donde los negros en particular tienen dificultades para proveer a sus hijos con otra cosa que comidas preparadas y productos de gama baja.

Lo que constatamos al examinar esta información es que la inseguridad alimentaria y la pobreza no son sólo indicadores de dificultades económicas, sino que también definen las clases sociales. EE.UU. es el hogar de una sub-clase cada vez más grande que incluye a los trabajadores de más edad y los negros, pero aún afecta a más personas de otras comunidades de color. En todas las ciudades importantes y cada vez más en los barrios blancos que una vez fueron prósperos, la pobreza se ha convertido en una realidad cotidiana, una realidad apenas oculta por la ilusión colectiva de la “recuperación económica”.

El modelo venezolano

A diferencia de Estados Unidos, Venezuela está avanzando rápidamente en la erradicación de la pobreza, y esto en un país que durante décadas ha sido uno de los más pobres y más explotados del continente americano. En efecto, a pesar de su riqueza petrolera y sus vastos recursos, la pobreza se impuso en Venezuela, especialmente en las comunidades indígenas y campesinas. Este fue el resultado de un sistema colonial y post-colonial que permitió a una pequeña élite de piel blanca dominar el país, al tiempo que mantenía al resto de la población en condiciones de pobreza extrema. La situación comenzó a cambiar con Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana. Chávez, quien ha llegado a convertirse en un héroe a los ojos de los venezolanos pobres, comenzó inmediatamente a trabajar para realizar su modelo socialista con la lucha contra la pobreza en el centro de su proyecto político. Y continúa el mismo proyecto desde que llegó al poder hace catorce años.

Como he dicho antes, Venezuela utiliza varios criterios para medir la pobreza: el acceso a la educación, al agua potable y a una vivienda adecuada, la ocupación de una sola habitación por familias de más de tres personas, y los hogares cuyo cabeza de familia tiene menos de tres años de estudios. Estas estadísticas, conocidas como el sistema de cálculo de las Necesidades Elementales No Satisfechas, dan resultados sorprendentes. En los últimos diez años, el número de venezolanos que viven en la pobreza (los que reúnen al menos dos de los mencionados síntomas de pobreza) cayó del 11,36% a 6,97%, una reducción de casi la mitad. Al mismo tiempo, la esperanza de vida y la población han aumentado significativamente, lo que muestra la mejora de los servicios de salud. Un dato importante para la población nativa indígena, el grupo más marginado históricamente. Durante los últimos diez años, su número ha aumentado constantemente y ahora son el 3% del total de la población. Esto demuestra que los servicios sanitarios no sólo son mejores, sino que se han vuelto accesibles a los segmentos más pobres.

Cabe señalar que una de las piedras angulares de los programas de lucha contra la pobreza del gobierno bolivariano ha sido el aumento exponencial de la vivienda pública. El presidente Chávez anunció la Gran Misión Vivienda en 2011 para combatir la pobreza que enfrentan muchas familias venezolanas que viven en viviendas precarias y peligrosas. En septiembre de 2012, más de 250.000 casas habían sido construidas y entregadas a familias pobres de Venezuela. Esta cifra debería aumentar aún más en los próximos años, en cumplimiento de los planes vigentes de construcción de viviendas asequibles.

A pesar de la crisis económica mundial, el gobierno de Chávez continúa desarrollando sus programas contra la pobreza, como la vivienda y la salud, mientras que la mayor parte del llamado mundo desarrollado se ha dejado ganar por la histeria de la austeridad. La Revolución Bolivariana ha dado prioridad a la tarea de reducir y erradicar la pobreza, finalmente, en un país donde la pobreza era una tradición histórica y una realidad supuestamente ineludible. En la Venezuela post-colonial se experimentó la opresión y la dominación de Estados Unidos y del reino de las multinacionales, mientras que los pobres y la clase trabajadora vivían en la miseria. Esto es lo que el gobierno de Chávez se esfuerza en corregir, y lo que le hace tan caro al corazón de los venezolanos.

Las economías capitalistas desarrolladas de América del Norte y Europa están tratando desesperadamente de mantener su hegemonía y la supervivencia a través de los programas de austeridad económica que están diseñados para transferir el peso de la depresión causada por los financieros y los especuladores a los pobres y la clase trabajadora. Los recortes draconianos en los servicios sociales de los que dependen millones de estadounidenses son una evidencia de este proceso. A diferencia de Venezuela, las potencias imperialistas occidentales quieren destruir la red de seguridad social y aumentar la miseria y la desesperación de la población.

De hecho, la crisis permanente del capitalismo post-industrial avanzado es un sistema económico que ensancha la brecha entre ricos y pobres, crea enormes fortunas y pobreza extrema y mantiene reducida a la pobreza a las clases más bajas. Es por ello que republicanos y demócratas, Obama y Boehner, el presidente de la Asamblea, son igualmente responsables del sufrimiento de los estadounidenses pobres, los cuales pueden todavía mirar a Venezuela y a la Revolución Bolivariana para encontrar el modelo de una visión verdaderamente progresista del futuro.

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Eric Draitser es el fundador de Draitser StopImperialism.com. Es un analista geopolítico independiente que vive en Nueva York.

Fuente: Le Grand Soir

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