martes, 14 de julio de 2015

DISPARATES / 136

BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS: PENSAR Y HACER

En su libro La Galaxia Gutenberg, Marshall McLuhan incluyó un capítulo titulado Por qué las sociedades analfabetas no pueden entender películas o ver fotografías sin un gran entrenamiento previo. En dicho capítulo el autor mostraba los resultados de ciertos experimentos que el profesor John Wilson, del Instituto Africano de la London University, había realizado a fin de comprobar el impacto de unas proyecciones cinematográficas sobre un grupo de espectadores iletrados que nunca antes habían tenido contacto ni con el cine ni con la fotografía. Wilson proyectó documentales pedagógicos sobre asuntos sanitarios como la higiene, la prevención de enfermedades y la atención a los niños. Tras la proyección, observó que los espectadores eran incapaces de explicar con palabras de su lengua lo que habían visto. La conclusión del investigador fue que el lenguaje cinematográfico era tan ininteligible para tales personas como lo sería el de William Shakespeare, aun en el supuesto de que supiesen leer y conocieran el inglés. Más de medio siglo más tarde, el experimento mencionado puede servirnos para comprender dos ideas básicas de la obra de Boaventura de Sousa Santos: el pensamiento abismal y la ecología de saberes.

En Occidente, el individuo está familiarizado desde la infancia con el lenguaje audiovisual, especialmente a través de la publicidad. Este complejo lenguaje está organizado mediante códigos que hace tiempo forman parte de nuestra cultura. Sin el conocimiento de los mismos, nada de lo que constituye la inmensa producción audiovisual de nuestra civilización resultaría comprensible, lo que no es solamente válido para las otras civilizaciones contemporáneas, sino que también lo sería, si tal cosa pudiera verificarse, para las civilizaciones previas, por ejemplo para los europeos del siglo XVIII. Ahora bien, esas antiguas culturas que hoy perviven en pequeñas comunidades diseminadas por el mundo también poseen sus propios medios de reproducción y representación, los cuales, si para ellos son fácilmente comprensibles desde la infancia, para el individuo occidental, en cambio, no tienen en principio significado alguno. Así, también el hombre occidental requiere de “un gran entrenamiento” si tiene la pretensión de allanar su acceso a dichos códigos. Sousa Santos cree que existe hoy todavía, de hecho, un abismo entre el saber occidental y el resto de saberes contemporáneos, y considera que tal abismo, en apariencia insalvable, se abrió en un período concreto de nuestra historia: el de las colonizaciones.

“El pensamiento occidental moderno es un pensamiento abismal”, sostiene Sousa Santos, el cual consiste “en un sistema de distinciones visibles e invisibles”. Las distinciones invisibles constituyen el fundamento de las visibles y son establecidas mediante líneas que dividen radicalmente la realidad social en dos universos: “a este lado y al otro lado de la línea”, dándose el caso de que “el otro lado de la línea”, el que no corresponde a los saberes instituidos en Occidente, desaparece como realidad y se convierte en no existente. Para el pensamiento abismal occidental, en efecto, esa realidad del otro lado de la línea está formada por supersticiones, rituales mágicos e idolatrías; carece de una forma relevante y comprensible, y por tanto “no es”. Así, el principal rasgo de nuestro pensamiento abismal vendría a ser “la imposibilidad de la copresencia de los dos lados de la línea” en el presente histórico, siendo este carácter excluyente lo que caracteriza nuestra modernidad.

Esta modernidad, según Sousa Santos, es “un paradigma socio-político fundado en la tensión entre regulación social y emancipación”. Tal es la distinción visible que fundamenta todos los conflictos de nuestra historia moderna. Sin embargo, por debajo de esta distinción que ha sido claramente perceptible desde la Revolución Francesa existe otra, invisible, sobre la que se funda la anterior. “Esta distinción invisible es la que se creó entre sociedades metropolitanas y territorios coloniales”. Si el conflicto entre regulación y emancipación se ha aplicado a las sociedades metropolitanas, resultaba en cambio impensable en las coloniales, donde el paradigma se caracterizaba por una tensión entre la apropiación y la violencia. Mientras el poder que se ejercía en Europa perseguía una regulación que chocaba con las aspiraciones de emancipación, y mientras semejante conflicto hacía posible los avances sociales en las naciones colonizadoras, en las colonizadas por el contrario el mismo poder se guiaba únicamente por la lógica de la apropiación y el saqueo, debiendo enfrentarse allí a una resistencia que sólo podía manifestarse violentamente. Ambas dicotomías coexistían en el mismo tiempo, pero en espacios físicos totalmente separados. En realidad, el paradigma de la modernidad occidental era tenido como “universal”, siendo así que el otro, sencillamente, “no existía”.

En este lado de la línea las distinciones sociales pueden ser dramáticas y generar en ocasiones conflictos agudos y sangrientos, pero tienen en común que, por pertenecer a este lado de la línea, “se combinan para hacer invisible la línea abismal sobre la cual se fundan”. De esa tensión han surgido las dos mayores manifestaciones consumadas del pensamiento abismal: el conocimiento y el Derecho. En el campo del conocimiento, afirma Sousa Santos, “el pensamiento abismal consiste en conceder a la ciencia moderna el monopolio de la distinción universal entre lo verdadero y lo falso”, lo que a su vez crea un subsistema de distinciones invisibles, al excluir del conocimiento los saberes “populares, laicos, plebeyos, campesinos e indígenas” que se encuentran al otro lado de la línea. Otro tanto sucede con el Derecho moderno, que a este lado de la línea está determinado por lo que se considera legal o ilegal y que también se presenta como universal, con exclusión de cualquier forma de Derecho imperante al otro lado. Se observa, pues, que tanto el conocimiento como el Derecho de Occidente se basan en la negación y exclusión de otras formas de saber, las cuales, por no ser occidentales, están más allá de lo verdadero y lo falso y de lo legal o ilegal. Basta mencionar el ejemplo de Guantánamo, y de su centro de internamiento, para ilustrar el abismo que todavía hoy subsiste en el pensamiento de Occidente, el cual crea al otro lado de la línea situaciones de excepción que no comprometen en lo fundamental el carácter “universal” de nuestro saber y de nuestra concepción de la justicia.

Explica nuestro autor cómo la línea abismal, que en tiempos estuvo marcada de manera concluyente por medio de una frontera que separaba la cultura metropolitana de la colonial, hoy no resulta apreciable a simple vista, en la medida en que “el otro lado” se encuentra ya entre nosotros. La línea divisoria, ciertamente, ha sido trasladada a la metrópoli, donde los viejos paradigmas del visible Occidente y de las invisibles colonias se ven obligados a convivir estrechamente y se confunden. Las actuales políticas de austeridad que se siguen en Europa, como antes en lo que fueron las colonias, políticas ubicadas en un impulso contrario al de la historia moderna, están configurando un mapa social que hace sólo unos años se creía posible únicamente en el Tercer Mundo. La desigualdad social reinante hoy en el viejo continente colonizador nos conduce a paradigmas anteriores a la modernidad, y por tanto a la invisibilidad, más allá de lo verdadero y falso y de lo legal e ilegal, que caracterizó a las colonias. Este territorio colonial tiene realidad hoy en nuestras grandes ciudades, a no mucha distancia de las urbanizaciones de lujo rodeadas por muros, vallas de alambre de espino, sensores electrónicos, policía privada y cámaras de seguridad. Sin embargo, al igual que ocurrió con los anteriores territorios coloniales, estos tampoco existen, pues no son visibles. O mejor dicho: su visibilidad se manifiesta sólo ocasionalmente a través de una violencia que se nos antoja incomprensible, y que es reflejo de un proceso de apropiación que igualmente no conocemos.

A este respecto es ilustrativa la valla de doce kilómetros que rodea la ciudad española de Melilla, desesperado intento de la vieja Europa colonizadora de perpetuar la frontera abismal. Y como sucedió en el pasado con los espacios situados al otro lado de la línea, también estos son el fundamento de la realidad vigente en el nuestro, donde subsiste el paradigma de la regulación y la emancipación, un paradigma que es ya inconcebible en los territorios de Europa (o Norteamérica) que han pasado a la invisibilidad. Incluso, últimamente, nos está siendo dado ver de manera novedosa la forma en que todo un país, Grecia, cae ostensiblemente en el lado invisible de la línea, invisibilizando en el camino a un gobierno democrático y a su equipo de economistas, el cual, precisamente por hallarse al otro lado, se encuentra de golpe más allá de lo que la ciencia económica puede aceptar como verdadero o como falso, pues simplemente no existe. Es así como, en respuesta a la declaración democrática y soberana de un pueblo, la Troika puede decir: “Ustedes no entienden”, como hace tiempo se decía a los pueblos coloniales, lo que no es sino una muestra de lo que Sousa Santos define como “fascismo social”.

En coherencia con lo expuesto hasta aquí, el pensamiento heterodoxo de Sousa Santos se ha orientado progresivamente hacia una ecología de saberes en la que tiene un papel protagonista el pensamiento que, por haber quedado históricamente al otro lado de la línea, ha sido despreciado por Occidente. Nuestro autor, catedrático de sociología en la Universidad de Coimbra y profesor en la University of Wisconsin-Madison, es uno de los intelectuales activos en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, donde ha desarrollado una actividad teórica destinada a propiciar una “sociología de las emergencias” que otorgue valor a la diversidad de las prácticas humanas, en contraposición a la “sociología de las ausencias” que ha imperado hasta ahora en nuestro pensamiento abismal. Del mismo modo, ha dedicado su atención a diversas comunidades indígenas de Latinoamérica, de las que ha adquirido un conocimiento a su juicio indispensable para entender y salvaguardar el mundo en el que vivimos, y que ha sintetizado en la siguiente frase: “Si se trata de ir a la Luna, habremos de confiar en la ciencia moderna, pero si de lo que se trata es de preservar la vida en la Tierra, deberemos confiar en la sabiduría indígena”.

La democracia intercultural y la demodiversidad son para Sousa Santos las claves de un futuro cuya primera exigencia es la descolonización. A este fin, “hay que encontrar criterios distintos de representación política, pues la representación no puede ser solamente cuantitativa, es decir, la que se desprende del voto. Es cierto que ésta es importante, pero hay otras formas de representación cualitativa que provienen de la historia, de los usos y costumbres y del desenvolvimiento de la gente”. Algunas de estas formas de representación son las que pueden observarse en los movimientos sociales, muchos de los cuales han sido decisivos en la formación de los emergentes gobiernos progresistas de Latinoamérica. A este respecto, afirma Sousa Santos, no hay recetas ni hojas de ruta, ya que sólo “el experimentalismo es la certidumbre posible de este momento”. A esa mutación de los movimientos sociales en actores políticos corresponde, pues, un experimentalismo constituyente, el cual debe mantenerse más allá de su transformación en poder constituido. Pues sucede que “el gran problema de los procesos constituyentes es que el pueblo formula las propuestas, tiene la fuerza para promover la Constitución, pero una vez que ésta está hecha, el poder del pueblo desaparece. El poder constituido sobrelleva y, de alguna manera, absorbe al poder constituyente”.

A superar esta paradoja deben contribuir los saberes del sur, para lo que es condición necesaria la creación de espacios de encuentro y de intercambio, como el Foro Social Mundial, que sirvan para poner en común experiencias procedentes de un lado y del otro. Estos espacios de interculturalidad, nacientes también en nuestras ciudades, son ya ejemplos eficaces de representación y apropiación de saberes, y en ellos empieza a desarrollarse una globalidad alternativa que pone en cuestión los paradigmas del pensamiento abismal y de la colonización.

La extensa obra de Sousa Santos constituye uno de los materiales más valiosos y originales de las ciencias sociales contemporáneas, y ha sido publicada a ambas orillas del Atlántico. Algunos textos que no se han distribuido en España pueden consultarse en el portal del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), cuya sede se encuentra en Buenos Aires, y, en diversos idiomas, en el sitio web del propio autor.

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