martes, 29 de septiembre de 2015

LECTURA POSIBLE / 194

ESPERANDO A BECKETT

La pasada semana zarpó del puerto irlandés de Cork un buque patrullero, el LÉ Samuel Beckett. Su misión es realizar operaciones de salvamento en el Mar Mediterráneo, entre Trípoli y las costas griegas. Unos días antes, el 19, la guardia costera italiana informó del salvamento de casi cinco mil inmigrantes, en su mayor parte procedentes de Siria. Ese mismo día al menos trece personas murieron al estrellarse su bote inflable contra un ferry en la costa turca. Otras veintiséis perecieron al hundirse su bote en las proximidades de la isla de Lesbos. Una patrullera irlandesa rescató ese día a más de cien inmigrantes frente a Libia. Es para reemplazar a esta patrullera por lo que la Armada irlandesa ha enviado al LÉ Samuel Beckett, un barco construido en los astilleros de Appledore, en Devon, que fue fletado en 2013 y entró en servicio al año siguiente. Este barco es hermano gemelo de otro que se construyó un año más tarde y que lleva por nombre LÉ James Joyce.

Informaba el diario mexicano Milenio hace unas semanas de un acto celebrado en la prisión de Santa Martha Acatitla, en el Distrito Federal. Hablaba el diario de Fidel Gómez Pérez, quien lleva veintiséis años preso y acaba de terminar sus estudios de secundaria. “El Mandi”, como es conocido en la cárcel, forma parte de la compañía de teatro de la prisión y piensa continuar su carrera de actor cuando recupere la libertad. El acto formaba parte del proyecto “Leer en prisión”, al que se han sumado doce escritores mexicanos. Principal inspirador del mismo es Maruan Soto Antaki, autor nacido en México D.F. en 1976 y que ha vivido en diversos países, entre ellos Siria, de donde es natural su madre, la también escritora Ikram Antaki. Maruan Soto es autor de dos novelas: Casa Damasco (Alfaguara, 2013) y La carta del verdugo (Alfaguara, 2014), y es también autor del ensayo Reserva del vacío, que ha publicado este año la editorial Taurus. En el acto al que nos referimos, ante una audiencia de unos cien presos, los autores hablaron de libros y de la cárcel como espacio propicio para el acceso a la lectura. Al concluir el acto, y tras una entrega de diplomas, Fidel Gómez Pérez, “el Mandi”, posó para los fotógrafos y charló con los periodistas. Es un hombre de unos cuarenta años, de rostro duro y mandíbula prominente, con una cabellera hasta los hombros y un cuerpo repleto de tatuajes, adornado además por anillos y un rosario colgado del cuello. “Mis fuertes como actor son tres: que impacto, doy miedo y sorprendo”, dice “el Mandi”, quien reconoce que la lectura es una actividad obligada para quienes se dedican al teatro. También afirma que su autor favorito es Samuel Beckett.

¿Sobre qué escribió Samuel Beckett? La pregunta es pertinente, y vuelve a formularse cada vez que se reedita uno de sus libros o se escenifica uno de sus textos escritos para el teatro. Beckett no tuvo una vida fácil ni triunfó enseguida como escritor. En 1933 escribió el relato Echo’s Bones, que debía formar parte de la colección More pricks than kicks (Más pinchazos que patadas), y que fue rechazado por su editor, Charles Prentice, que lo encontró “oscuro”. El editor intentó justificar su rechazo del relato en una carta que envió a Beckett, en la que se leía entre otras cosas que “es una pesadilla… Echo’s Bones causaría, estoy seguro, una gran pérdida de lectores, porque la gente va a temblar, se va a hacer preguntas y no va a querer pensar en lo que la hace temblar”. Otro texto de Beckett, titulado Dream of Fair to Middling Women, también fue rechazado por los editores, y sólo pudo publicarse en 1992. Más tiempo iba a pasar Echo’s Bones olvidado en los estantes de un archivo estadounidense, hasta que Mark Nixon, profesor de la Universidad de Reading, lo rescató y lo preparó para su edición, que tuvo lugar por fin, en la editorial Grove Press, el año pasado.

El protagonista del relato, como en otros de More pricks than kicks, es Belacqua, un joven poeta que vaga por París y Dublín sin razón aparente, encontrándose aquí y allá con personajes femeninos que conformarán su educación sentimental y con los que vivirá los correspondientes devaneos amorosos: Smeraldina-Rina, que en realidad era la prima Peggy, con quien Beckett mantuvo una breve relación siendo muy joven; y Syra-Cusa, álter ego de la desdichada Lucia, la hija esquizofrénica de James Joyce. No hay que olvidar que Beckett conoció a Joyce en París, cuando el primero trabajaba en la École Normale. Tiempo después, cuando el autor de Ulises empezó a perder vista, Beckett le ayudó con las investigaciones previas a la redacción de su novela cómica Finnegans Wake. Además, Lucia se enamoró perdidamente de nuestro autor, quien no le hizo el menor caso. Este episodio no dejó de tener consecuencias para ambos, y en relación al mismo Beckett llegaría a afirmar en una carta a su amiga Peggy Guggenheim que “estoy muerto” y que “no tengo sentimientos humanos”.

Echo’s Bones, según el plan de su autor, era el relato con el que debía concluir la colección de diez que constituían More pricks than kicks. En él Belacqua, que había muerto en una narración anterior, aparece de nuevo, esta vez dejando pasar el tiempo apoyado en una valla y fumando cigarros. Dividida en tres partes, cuenta la primera de ellas la resurrección del protagonista y su encuentro con una puta, la señorita Zaborovna Privet. Después de cuarenta días, y tras violarla, regresa a la valla. La segunda parte, después de ser golpeado el protagonista por una pelota de golf, narra la historia de Lord Gall of Wormwood, un gigante que padece impotencia y que teme por sus bienes, para los que no existe heredero. Además, Lady Moll Gall está siendo seducida últimamente por el fértil Barón Extravas, un sinvergüenza sin escrúpulos. Así las cosas, Lord Gall solicita de Belacqua su ayuda para convertirse en padre. Es entonces el protagonista el que ocupa en el lecho conyugal el lugar de su legítimo usuario (y del canalla barón), resultando de ello, en efecto, el consiguiente embarazo, el cual no concluye con el alumbramiento del esperado heredero, sino de una niña. La segunda historia concluye aquí abruptamente, dejando paso a la aparición de Belacqua sentado sobre su propia tumba, la cual se dispone a saquear el jardinero Doyle, que ya había pasado fugazmente por un relato anterior. El borracho Doyle cree que Belacqua es un fantasma, y le pide que le ayude a abrir el ataúd, cosa a la que el protagonista accede de buen grado. Pero en él, en lugar del cuerpo de Belacqua, encuentran sólo un montón de piedras. Y el relato concluye con una cita tomada de los hermanos Grimm: “Así son las cosas de este mundo”.

Belacqua camina de nuevo, o mejor aún, ha regresado de entre los muertos, o, como escribe el autor: “Para decirlo de una vez por todas, Belacqua es un ser humano, muerto y enterrado, y resucitado a la selva, sí, resucitado de verdad a la selva”. Sin embargo, el personaje no se siente vivo, sino más bien cansado, y se pregunta si su “condición de vida no será solamente un sueño, y si su muerte no habrá ocurrido mucho antes de su salida oficial, por así decirlo, del mundo de los vivos”. En efecto, Belacqua alienta, pero su frágil vida no es capaz de proyectar sombra, detalle que Beckett habría tomado de la Divina Comedia y que llegó a tener gran tradición en la literatura romántica. A lo largo de la historia, Beckett se sirve de su personaje para discutir sus dos temas más queridos: el de la naturaleza de la existencia y el estado general (deplorable) de estar en el mundo. Así, la ahora recuperada historia de Echo’s Bones viene a revelarse como un texto central en la estrategia narrativa de Beckett, en su permanente exploración de las fronteras entre la vida y la muerte. Dicha exploración exigía una densidad intertextual y una autoconciencia que, junto a la fragmentación, nuestro autor tomó de Joyce, poderosa influencia de la que el propio autor era consciente y que repetidamente trató de superar mediante la búsqueda de un estilo propio, búsqueda que a él le llevaría a adoptar el francés como lengua de escritura. A ello se refiere aquí vehementemente Lord Gall cuando en su diálogo con Belacqua le insta a “romper el estilo”, y a eso mismo, y a su frustración por no poseer todavía una lengua propia, se refiere Belacqua cuando replica: “¡Mis ideas! Realmente, mi Lord, olvidáis que soy un degenerado de postguerra. Tenemos nuestros defectos, pero las ideas no son uno de ellos”.

A ese intento de evasión del estilo de Joyce que marcó la primera parte de la producción de nuestro autor responde el contenido de Relatos y textos para nada, que Beckett escribió en 1955, habiendo sido entonces publicado por Éditions de Minuit y que ha aparecido ahora entre nosotros (JPM Ediciones, 2015). Como indica su título, este libro escrito en plena madurez se divide en dos partes, dedicada la primera a unos breves relatos cuya temática no se aleja mucho de la que ya presentaban los de la colección More pricks than kicks y una segunda que recoge textos de más difícil clasificación. Los relatos retratan a un ser desamparado y pasivo que deambula por escenarios inhóspitos y cuyas peripecias evocan las penalidades sufridas por el autor durante la Segunda Guerra Mundial. Los Textos para nada, ya célebres y que han disfrutado de diversas traducciones al español, incluyen algunos de los pasajes más inspirados salidos de la pluma de Beckett, autor aquí ya liberado de toda influencia estilística y que gustaba de volar solo, más allá de toda frontera entre los géneros literarios. Volar, y hacerlo libremente, no es concepto gratuito cuando se aplica a estos textos cargados de movilidad y libertad, en los que nada de lo precedente augura o determina su continuación: “He dormido, ha dormido, pero no habrá dormido, o entonces es que duerme, no habrá hecho nada, sólo continuar, haciendo el qué, haciendo lo que hace, sin parar, es decir, no sé, abandonando, habré continuado, abandonando, sin haber tenido nada, sin haber estado”.

“En un momento en que el capitalismo se jacta de haber vencido en todos los frentes, existen múltiples y diversas resistencias de las que el artista es portavoz, dando así valor a los que todavía quieren cambiar el mundo. Ver un espectáculo, admirar las obras de una exposición, son formas de resistencia activa. Resistir es crear”, ha dicho Maguy Marin, coreógrafa responsable del espectáculo de danza May B, que, sobre textos de Beckett, puede verse estos días en el Teatro Argentina de Roma, en el marco del Festival Romaeuropa. Maguy Marin nació en Toulouse de padres españoles que huían del régimen de Franco y ha pertenecido al ballet de Maurice Béjart. Con Beckett se encontró en 1981, y de dicho encuentro surgió esta coreografía que es una reflexión sobre la condición humana, en la que los desvalidos tienen un lugar protagonista, y para la que Marin ha concebido a diez bailarines con el rostro encalado, las ropas pálidas, “con sus miradas fijas en un futuro que casi nunca les pertenece, horda a la deriva abandonada como los personajes de la Balsa de la Medusa de Géricault”.

Hemos sabido que a “el Mandi”, lector e intérprete de Beckett, le queda un año de prisión. El LÉ Samuel Beckett, al parecer, navega todavía hoy hacia el Mediterráneo, donde muchos lo esperan.


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