martes, 20 de enero de 2015

DISPARATES / 122

MANFRED KOSSOK Y LA REVOLUCIÓN LATINOAMERICANA

El pasado mes de septiembre se celebraron en la capital austríaca unas jornadas dedicadas al bicentenario del Congreso de Viena, aquel alevoso cenáculo en el que las monarquías europeas rediseñaron las fronteras del Continente, restableciendo los principios del Ancien Régime tras la Revolución Francesa y la derrota de los ejércitos napoleónicos. Bajo el título de “El Congreso de Viena y su dimensión global”, las jornadas celebradas en septiembre fueron organizadas por la facultad de Historia y Ciencias Culturales de la Universidad de Viena, sirviendo además de homenaje al historiador alemán Manfred Kossok. Las actividades contaron con una nutrida representación de profesores latinoamericanos y españoles, los cuales ilustraron algunos aspectos de lo que fue la especial dedicación de Kossok al colonialismo de la monarquía española en América y a los procesos de independencia que se vivieron en esa parte del imperio español. A Kossok, pensador importante de la extinta República Democrática Alemana, casi desconocido en España, se ha referido con estas palabras el historiador catalán Josep Fontana, uno de los invitados al congreso al que aludimos: “Era un hombre que vivía en el sistema pero con la voluntad de cambiarlo, con la voluntad de encontrar algo que se pareciera a un socialismo con rostro humano. Recuperar su historia, cómo vivió toda su vida tratando de usar la historia como un elemento de razón, como un elemento para cambiar progresivamente la realidad, me parece que vale la pena”.*

Kossok nació en Breslau en 1930. Fue aprendiz de zapatero y tras la guerra estuvo internado en el tristemente célebre campo de prisioneros de Stalag VIII-B, en Lambinowice (Lamsdorf, según su nombre alemán), en Silesia. Tras ser liberado en 1947, se trasladó a Leipzig, en cuya Universidad estudió historia, literatura y filosofía. Allí, por consejo de su maestro Walter Markov, se familiarizó con la historia moderna latinoamericana, doctorándose con un trabajo sobre el virreinato del Río de la Plata. A mediados de la década de los sesenta fue nombrado profesor de historia en la facultad de filosofía de la Universidad Karl Marx de Leipzig, de la que sería vicerrector hasta 1968. Igualmente fue profesor visitante en diversas universidades de Colombia, Perú, Chile, Cuba y Estados Unidos. Su abundante obra incluye títulos como A la sombra de la Santa Alianza (1964), en el que estudió las relaciones políticas de los estados alemanes con los movimientos de independencia en América Latina; Historia comparada de las revoluciones modernas (1981), una fecunda exploración de las luchas emancipatorias latinoamericanas a la luz de la Revolución Francesa; In Tyrannos (1989), crónica comparada de la historia de las revoluciones desde los husitas hasta la Comuna de París; y 1492. El mundo en los albores de la era moderna, que se publicó en 1992, un año antes de su muerte.

De los libros mencionados aquí existen ediciones en Latinoamérica, encontrándose a disposición del lector español un solo título con textos de nuestro autor: La ilusión heroica. Colonialismo, revolución e independencia en la obra de Manfred Kossok, que publicó hace unos años la Universidad Jaume I de Castellón en una edición a cargo de Lluís Roura y Manuel Chust. Asimismo la editorial de Barcelona L’Avenç publicó hace tiempo otro texto de Kossok: La colonització espanyola d'America. Estudis comparatius.

El historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy, director del departamento de historia de la Universidad de La Habana y presidente de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), ha recordado cómo la obra de Kossok comenzó a divulgarse en Latinoamérica en 1959 a través de su libro El virreynato del Río de la Plata. Su estructura económica y social. “El por entonces joven Kossok”, ha escrito Guerra Vilaboy, “sobresalió de inmediato no sólo por la rigurosidad de la investigación –su enjundioso aparato crítico revelaba su basamento en una prolija y paciente consulta de documentos y fuentes secundarias: desde los bandos de gobernadores y virreyes hasta libros de historia de las más diversas corrientes de pensamiento–, sino también por ofrecer un cuadro novedoso, desde el ángulo marxista, de las conexiones sociales y económicas entre la época colonial y la emancipación”.** Gran parte de la originalidad del trabajo de Kossok reside en la metodología comparativa ya aludida que le llevó a interrogarse acerca de hasta qué punto, y más allá de la existencia de seres causales de orden político o espiritual, la rebelión de Latinoamérica formó parte orgánicamente del movimiento universal de emancipación burguesa de los siglos XVIII y XIX, el cual tuvo por centro en primer lugar la Revolución Francesa y más tarde el continente europeo en su totalidad, siendo de especial relevancia en lo relativo al proceso de emancipación en la América de habla hispana la manera en que tales ideas revolucionarias habían podido llegar a desenvolverse en la propia España. Este libro que tuvo gran influencia en la historiografía latinoamericana sugería la tesis, más tarde matizada por su autor, de que la independencia de las colonias españolas fue la culminación política de una transformación socio-económica que ya había echado profundas raíces en la etapa colonial y que a su vez era consecuencia de la aparición de una burguesía notoriamente latinoamericana, enfrentada por ello doblemente a la metrópoli: en tanto que formaba parte de un régimen colonial y en tanto que clase social sometida al rigor de una monarquía absoluta.

En el entonces escuálido y académico panorama de la historiografía latinoamericana la obra de Kossok se anticipó varios años a las posiciones de la llamada “Nueva Historia de América Latina”, corriente en la que hoy se inscriben importantes historiadores como el ecuatoriano Enrique Ayala o el peruano Wilfredo Kapsoli. A esta nueva reconsideración de los procesos revolucionarios, estrechamente vinculados a la metrópoli, vino a aportar un análisis fundamental el libro Historia de la Santa Alianza y la emancipación americana, en cuyas páginas mostró Kossok las relaciones y las intrigas diplomáticas en las que se envolvieron las potencias europeas entre 1790 y 1826, en pleno período de insurrección en Latinoamérica. Sin embargo, el capítulo mayor de la aportación de Kossok en esos años, a mediados de los setenta, al estudio social y económico de la región lo constituye su obra Feudalismo y capitalismo en la historia colonial de América Latina, título con el que Kossok se incorporó al debate abierto por Maurice Godelier acerca de la naturaleza económica de las colonias españolas. Según su punto de vista, que era entonces predominante en la sociología marxista, el atraso del Continente era resultado directo del desarrollo de la metrópoli, pues la conquista española habría logrado en efecto, al incorporar a las colonias españolas y a Brasil a la esfera capitalista, abocarlas a una situación de dependencia colonial primero y neocolonial después. Cuestionando las categorías de feudalismo y capitalismo empleadas hasta la fecha, Kossok aclaró que éstas no se reducían a la distinta condición de una economía de trueque y a otra monetaria, sino que “la esencia del feudalismo es la base agraria, el papel de la tierra como medio más importante de producción y el carácter específico de las condiciones de dependencia y de subordinación entre los señores feudales y los campesinos”. A lo que añadió que una valoración justa de la expansión y la estructura del sistema colonial, que afectaba a los ámbitos de la economía natural campesina sometidos al régimen de encomiendas, la producción mercantil, la esclavitud, la producción agraria feudal o semifeudal en forma de latifundios y los núcleos embrionarios de producción capitalista, debía tener en consideración otros factores hasta entonces desatendidos como el propio grado de desarrollo de la metrópoli, las condiciones de producción y comercio anteriores a la penetración europea y el peso difícilmente cuantificable de otros intereses europeos, en especial determinados por la concurrencia holandesa, francesa y británica. Todo ello, en el caso de Latinoamérica, configuraba lo que Kossok llamó un proceso de colonización “por poblamiento de tipo feudal tardío”, un poco a la manera en que se habría producido la repoblación en el mismo sur de la península ibérica durante y después de la Reconquista. Lo que, dicho sea de paso, podría suscitar una paradójica reflexión acerca de la naturaleza originalmente colonial de una parte de la metrópoli, aquélla que todavía hoy se caracteriza por su dependencia y relativo subdesarrollo.

En cuanto al carácter propiamente político de la revolución latinoamericana, Kossok estableció cuatro sujetos que aún en la actualidad se consideran vigentes: el revolucionario democrático, el criollo republicano, el liberal criollo y el conservador. Los conflictos particulares entre estos grupos no impidieron el proceso de independencia, pero sí la revolución en sí misma, que Kossok calificaba de “revolución burguesa no consumada” o de “revolución burguesa incompleta que, si bien ha alcanzado sus objetivos político-nacionales, no ha podido hacer lo mismo con los económico-sociales”. Un quinto sujeto de oscuro protagonismo pero al que Kossok dedica un capítulo aparte es el de las “masas populares”, concepto que el autor relativiza y cuestiona, y que durante el proceso de emancipación presionó permanentemente a fin de radicalizar su curso. De hecho, “en muchas partes de América Latina los alcances sociales sobrepasaron los objetivos políticos al obligar a incluir un programa de transformación revolucionaria de la sociedad, del cual fueron exponentes una serie de figuras radicales o ‘jacobinas’”. Ello explica que la totalidad del proceso revolucionario mostrara dos niveles: por una parte las clases populares contra el poder colonial y la aristocracia criolla, y por otra dicha aristocracia contra el poder de la metrópoli y contra el peligro de un incontrolado levantamiento de masas. Ejemplos de ese jacobinismo latinoamericano serían Toussaint Louverture en Haití, Hidalgo y Morelos en México, y Artigas en Uruguay. De las insurrecciones que lideraron estos y otros caudillos, y que en algunos casos (como en México en 1910), adoptaron la forma de revoluciones campesinas y anti-imperialistas, concluye Kossok que “más de un siglo demoró la larga y penosa transición del feudalismo colonial al capitalismo dependiente”.

La revolución y la reforma en la historia de América Latina, uno de los últimos ensayos de Kossok, que viene a ser una interpretación del devenir del Continente a la luz del método comparativo, termina por convertirse en un balance del ciclo histórico al que dedicó su estudio con las sucesivas revoluciones, contrarrevoluciones y reformas. Este proceso iniciado entre 1790 y 1810 ha determinado el contenido de los enfrentamientos sociales hasta el presente, ya que, como explicó, “la culminación de cada revolución particular no significa que hayan desaparecido todas las causas que la originaron o incluso no exime de retrocesos posteriores”. A lo que hay que añadir un lastre de la historia latinoamericana que todavía hoy pervive dramáticamente, pues, según Kossok, “la consecuencia del carácter incompleto de la revolución fue llevar a la dirección criolla latifundista a poseer el monopolio del poder político, mientras que los elementos auténticamente capitalistas y burgueses salieron de ella debilitados”.

Nuestro autor fue pionero en la construcción de una visión global comparada de la historia latinoamericana desde el último período colonial. A éste, según escribió siguiendo la pauta de Lenin, podían suceder dos modos de desarrollo capitalista: “el prusiano” (latifundista y conservador) o el “americano” (industrial, revolucionario y democrático). Que mayormente triunfara el primero no es un “resultado que estuviera de ninguna manera determinado de antemano de modo fatalista, tal como demuestran la revolución de los esclavos en Haití o las reclamaciones más o menos democrático-revolucionarias de Artigas”. Esas determinaciones previas no existen, aunque sí pueda señalarse en ciertos momentos históricos una variedad limitada de alternativas, ninguna de las cuales tiene por qué someter absolutamente a las otras, advirtiéndose a veces por el contrario una síntesis tan escasamente predecible como heterogénea. De dicha heterogeneidad mestiza se nutre la región, de lo que es fiel testimonio la obra de Kossok. Una obra, en conjunto, que ha contribuido a ubicar a los países de América Latina en la historia mundial moderna y a aclarar, junto a los accidentes de la misma, no pocas cuestiones que forman parte de los desafíos del futuro.
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* El interesante artículo de Josep Fontana publicado el 11 de enero Para una historia de la historia marxista incluye una semblanza personal de Manfred Kossok y puede leerse en la revista Sinpermiso, de cuyo consejo editorial es miembro el historiador catalán. 
** Sergio Guerra Vilaboy, La revolución en la historia de América Latina. Los aportes de Manfred Kossok, en: Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas. Anuario de Historia de América Latina, nº 31, 1994, págs. 361-372.

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