martes, 19 de mayo de 2015

LECTURA POSIBLE / 181

MYRIAM BENRAAD Y ZAHIA RAHMANI: DOS MIRADAS AL MUNDO ÁRABE

El pasado 6 de mayo se entregó en Abu Dabi el premio internacional de novela “Booker 2015”, que se considera el más importante en el ámbito de la narrativa árabe y este año llegaba a su octava edición. El premio, que tiene fama de imprevisible y en ediciones anteriores ha recaído con frecuencia sobre autores jóvenes y desconocidos, está dotado con cincuenta mil dólares y con la traducción de la novela ganadora al inglés, habiéndolo recibido esta vez Ettaliani (El italiano), de Chokri Mabkhout, según falló un jurado cuyo presidente era el poeta palestino Mourid Barghouti. 

Dicha novela es la primera del tunecino Mabkhout, quien es rector de la Universidad de la Manouba y tiene una larga trayectoria como traductor y crítico literario. Curiosamente, cuando la editorial Dar Al Tanweer publicó Ettaliani el año pasado, la novela fue inmediatamente prohibida en los Emiratos Árabes, dándose la circunstancia de que es el Ministerio de Turismo y Cultura de ese país el que financia el premio “Booker”. El día siguiente a la concesión del mismo el responsable de la distribuidora Zain Al Ma’ani declaró a Gulf News que el libro no estaba oficialmente prohibido, pero que su lanzamiento “se había retrasado un poquito, eso es todo”. Ejemplares de la novela, que entretanto ha obtenido el premio literario más prestigioso de Túnez, estuvieron a la venta durante unas horas en Emiratos Árabes hace dos semanas, durante la feria del libro, agotándose rápidamente.

Ettaliani está ambientada en la reciente y tumultuosa historia tunecina, una historia de medio siglo que ha sido dominado por dos dictaduras: la de Bourgiba (1957-1987) y la de Ben Ali (1987-2011), lo que sirve al autor no sólo para dirigir una mirada crítica a su propio país, sino también para mostrar los antecedentes, en toda la región, de la Primavera Árabe. Fueron los acontecimientos que ésta suscitó en Túnez, y el consiguiente derrocamiento de Ben Ali, los que inspiraron al autor, el cual ha afirmado que su país, “en un corto período de tiempo, experimentó el equivalente a muchos años de increíble confusión y cambios”. Mabkhout, que es columnista en uno de los principales periódicos de su país, se persuadió de que la reflexión acerca de dichos cambios reclamaba un tratamiento que excedía al que permiten los artículos en la prensa. De ahí, según ha escrito, la necesidad de esta primera novela, en la que “he intentado comprender las contradicciones, los conflictos y las vacilaciones” que hoy presiden Túnez y los países de Oriente Medio.

Justamente la presentación en febrero pasado, en Casablanca, de las seis novelas finalistas del “Booker 2015” vino a ser un inquietante muestrario de los problemas que aquejan al mundo árabe: la represión, la censura, la violencia y el exilio, junto a una crisis económica que en esos países resulta ser permanente y que es causa de profundas, y ahora crecientes, desigualdades sociales. Según se afirmó entonces, a ello hay que añadir el profundo desconocimiento y la falta de sensibilidad en Occidente hacia la realidad de esos países. A paliar ambos contribuyen dos libros recientemente aparecidos en Francia: una novedad, el ensayo Irak, la revanche de l’histoire, de Myriam Benraad; y una novela ya conocida, Musulman, de Zahia Rahmani.

La joven Myriam Benraad es doctora en Ciencias Políticas del Institut d'Études Politiques de París e investigadora especializada en Irak y el mundo árabe. Irak, la revanche de l’histoire. De l’occupation étrangère à l’Etat islamique (Vendémiaire, 2015) es el tercero de sus libros dedicados a ese país, al que han precedido L’Irak (2010) e Irak, de Babylone à l’État islamique. Idées reçues sur une nation complexe (2015). Benraad ha escrito que “tras haber conocido una intensa vida socio-política y cultural, el Irak moderno ha sufrido una serie de rupturas violentas. País de particularismos identitarios, sociológicos y geográficos, Irak experimenta hoy una dificultad real para entrever su futuro”. En estos libros, su autora ha intentado hacer un balance de la situación y mostrar los desafíos a los que se enfrenta el país.

Hoy el Estado Islámico, o Da’ech, aparece en los medios de comunicación occidentales como el enemigo absoluto, el cual multiplica sus ataques y actos de barbarie, lo que sitúa a Oriente Medio en un escenario caracterizado en exclusiva por la sangre y el fuego. En la raíz de este estado de guerra y de caos en el que se hundió la población civil no se encuentra sólo la intervención de Estados Unidos en 2003, intervención que se dirigió contra los sunitas, acusados de apoyar al régimen de Saddam Hussein, parias en el juego político iraquí, y que ha dejado un campo de ruinas. De ello también es causa el reparto de Oriente Medio por la potencias coloniales británica y francesa después de la Gran Guerra y el desmembramiento del Imperio Otomano. Entonces se crearon de la nada unas fronteras nacionales que obedecían a los intereses coloniales, pero no a la realidad histórica. El libro de Benraad hace hincapié en la necesidad de tener presentes estos orígenes, similares a los del resto de estados que componen la región, para comprender su situación actual.

El libro, pues, no trata directamente del Estado Islámico, sino del contexto nacional que llevó a su aparición. Teniendo como referente cercano la intervención estadounidense, definida por el desconocimiento del país y por la naturaleza sesgada de una transición que favorecía a los chiítas y los kurdos del exterior, Benraad se centra principalmente en los acontecimientos de los últimos doce años. La cuestionable alianza de los ocupantes estadounidenses con los chiítas originó un proceso de depuración, arbitrario y con frecuencia violento, en contra de los sunitas, olvidando que muchos de éstos últimos formaban parte desde hacía tiempo de la oposición a Saddam Hussein. La liquidación del partido del régimen, la “desbaathificación”, según Benraad, fue descontrolada y ocasionó un aumento del desempleo, de la inseguridad y de la exclusión social. Fueron estos sunitas discriminados y perseguidos quienes iniciaron la insurgencia contra el ocupante extranjero, apoyándose tanto en el Islam como en un nacionalismo diferente al panarabista reivindicado por Al Qaeda, de hecho un nacionalismo estrictamente iraquí.

Desde finales de 2003, coincidiendo con el levantamiento de la ciudad de Faluya, el movimiento adquiere una fuerte dimensión islamista, que pasaría a ser hegemónica unos años más tarde. En 2006 las represalias dirigidas a los chiítas, acusados de traidores y colaboracionistas, adquieren abiertamente la forma de una guerra civil. Estos insurgentes fundaron entonces el Estado Islámico, en contra de las pretensiones de Al Qaeda. Finalmente, tras la salida de las tropas de ocupación y las elecciones de 2010, en las que salieron victoriosos los chiítas, se impuso un régimen autoritario liderado por Nouri al-Maliki, quien instó a los sunitas a aceptar una solución federalista.

La autora describe el contexto de corrupción, bandolerismo y desplazamientos forzosos de población en el que tuvieron lugar estos hechos, como producto del declive de un estado que hoy está muy lejos de vislumbrar su restablecimiento. Entretanto el islamismo contagió a muchos países de la región, sin perjuicio de que el nacionalismo iraquí comenzara a organizar a yihadistas sunitas a fin de contrarrestar lo que ellos consideran una “media luna chiíta” formada por Irán, Siria y Hezbollah. De la lectura del libro de Benraad, sin embargo, se deduce que nada de esto era inevitable, para lo que suministra los ejemplos de matrimonios mixtos de sunitas y chiítas durante el siglo pasado, así como los intentos, muy sólidos entre los años cincuenta y setenta, de crear una conciencia social, en las clases populares, que superara las rivalidades étnicas y religiosas. A la luz de esto, también puede interpretarse el estado de cosas actual, entre otras causas, como un producto en el mundo árabe del colapso del socialismo a nivel global.

De Zahia Rahmani, escritora de origen argelino, es la novela Musulman, que tras publicarse en 2005 (Sabine Wespieser Éditeur) ha vuelto a aparecer en edición de bolsillo hace unas semanas. Junto a su familia, la autora se trasladó a Francia siendo niña, habiendo cursado estudios de Literatura e Historia. Tras recibir una beca, marchó a Nueva York para trabajar con el galerista y marchante de arte Leo Castelli, y a su regreso colaboró en diversos proyectos sobre las prácticas artísticas en la era de la globalización. Es autora de Moze, finalista del premio Femina (2003), y de France, récit d’une enfance (2006). Su texto Le Harki comme spectre ou l’Ecriture du déterrement sirvió de aportación al volumen colectivo Retours du colonial? Disculpation et réhabilitation de l’histoire coloniale, que fue coordinado por Catherine Coquio y se publicó en 2008.

Resulta oportuno detenerse en este libro que fue concebido por Coquio, directora de la Asociación Internacional de Investigación sobre Crímenes contra la Humanidad y Genocidios, en respuesta a la tendencia manifestada en algunos países a revisar su pasado colonial. Según esta tendencia, acontecimientos como la guerra de Argelia y la masacre de Sétif han dejado de ser un problema para la memoria colectiva. En Francia se votó en 2005 una ley, finalmente derogada, que pretendía obligar a los profesores de historia a “enseñar positivamente la presencia francesa en las colonias y los territorios de ultramar”. Notoria muestra de esta revisión de la Historia fue el discurso dirigido a los estudiantes por el ex presidente Nicolas Sarkozy en la Universidad de Dakar en julio de 2007, donde anunció: “Jóvenes de África, no estoy aquí para hablar de arrepentimiento”. La actual reivindicación del colonialismo es un objetivo político de gran magnitud en el nuevo orden mundial, apoyado en un sector no desdeñable de la población y de los intelectuales. Ello da lugar al texto de Rahmani incluido en el libro, en el que relata una experiencia personal, embrión de su novela, ya mencionada, Moze. Se pone aquí en escena a un “harki” (argelino enrolado en la causa francesa durante la guerra de Argelia), representado por el propio padre de la autora. El relato señala el carácter insostenible de un grupo social minoritario que lucha por servir a una comunidad, la colonial, que no lo reconoce en términos de igualdad, sino como parte de una comunidad a la que pertenece como colonizado. El padre de la autora se suicidó en 1991. Y Rahmani concluye: “Hoy el ‘harki’ buscaría, ante todo, el olvido”.

Musulman trata de la identidad y la memoria. La narradora, encerrada en un cobertizo de zinc, aislada en un campamento a causa de su origen musulmán, se interroga acerca de sus muchos intentos de escapar a ese destino, desde que en su infancia rompió con la lengua materna. Todavía en Argelia la protagonista abandonó en efecto el bereber, “lengua tejida con la materia de los cuentos de hadas”, para adoptar junto a un amigo el francés. Su compañero de infortunio volverá más tarde a la lengua de su madre, y a la complejidad de sus orígenes. Procedente de una cultura minoritaria dentro del Islam, ya en Francia, la niña devenida en adulta se enfrenta a una nueva violencia: la negación de una diversidad que es ahogada bajo la figura genérica del árabe. Acorralada, en soledad, ella intenta la huida mediante el estudio. Pero la convulsión islámica que agita el mundo vuelve a alcanzarla.

El libro de Rahmani prosigue el relato del exilio de su padre, pero desplazando el centro de atención hacia las consecuencias, hacia su hija, es decir, hacia ella misma: “Y Francia, que de este enredo era la causa, no pudo rechazarme. He sido llevada allá por culpa de mi padre. De Argelia fuimos desterrados por sus hermanos. Desterrados sin nombre, soldados superfluos de los ejércitos coloniales, traidores en nuestra patria”. La novela, mezcla de prosa, poesía y escritura dramática, es testimonio del mandato dirigido a los nacidos de padres musulmanes de adherirse a una identidad predeterminada y dibujar así el contorno de una ulterior figura de paria: el musulmán. Este texto potente e inspirado, buena muestra del alto nivel actual de la literatura sobre tema árabe en lengua francesa, contiene, en el concentrado ascetismo de la experiencia narrada en sus páginas, no pocas de las claves que hoy serían necesarias en Occidente para comprender el mundo árabe. Como ha escrito Cristina Boidard Boisson,* se hace aquí “una llamada a la escritura, a una escritura incisiva y dolorosa que, por sí misma, permite tomar parte por la libertad y se constituye en la mejor arma contra el silencio y la barbarie de los hombres”.
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* Cristina Boidard Boisson, Reseña de ‘Musulmán’, Francofonía, nº 14, 2005. pp. 221-224.

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