miércoles, 26 de marzo de 2014

DISPARATES / 103

Erwin Blumenfeld,
Hombre arrodillado con torre, 1920
UCRANIA, SUMA Y SIGUE

Los recientes acontecimientos de Ucrania han sido expuestos en los medios de comunicación como un triunfo de la democracia y de la autonomía de ese país ante las oscuras intenciones del presidente ruso Vladimir Putin, quien estaría desplegando secretamente sus influencias “a fin de resucitar a la Unión Soviética”, según ha declarado Hillary Clinton varias veces en los últimos años. La ex secretaria de Estado volvió a hacer esta afirmación la semana pasada en una conferencia organizada por la Cámara de Comercio de Montreal, en la que explicó que “Putin intenta rediseñar las fronteras de Europa oriental, y que sólo a él le corresponde evitar una nueva Guerra Fría”.

Algunos hechos, sin embargo, han venido a cuestionar la versión oficial acerca de los acontecimientos de Ucrania. En primer lugar la aparición de un vídeo en el que algunos rebeldes de la plaza de Maidan, ex combatientes de las guerras en Afganistán y Chechenia, reclaman el pago del dinero que se les prometió por su participación en la revuelta. Según estos rebeldes “los fondos asignados para el combate han sido robados”. A propósito de esto el ex jefe del servicio de Seguridad de Ucrania, Alexánder Yakimenko, ha revelado que en los últimos meses Occidente transfirió a Kiev millones de dólares, un dinero que a menudo llegó en efectivo. “Desde el comienzo de las protestas”, ha afirmado, “tanto nosotros como los servicios de Inteligencia advertimos un aumento de la correspondencia que llegaba a varias embajadas de Ucrania. Después en la plaza Maidan empezó a aparecer moneda extranjera, concretamente dólares”.

Mientras tanto, el gobierno interino de Ucrania, que ha contraído con Rusia una importante deuda por la importación de gas, se ha apresurado a firmar con la multinacional estadounidense Chevron un contrato de diez billones de dólares para la explotación de su propio gas de esquisto en el campo de Olesska, un contrato que se añade al que previamente firmó el derribado gobierno de Viktor Yanukovich con Royal Dutch Schell, todo a ello a fin de alcanzar “la autosuficiencia energética”, objetivo que los dirigentes ucranianos esperan lograr en 2020. El yacimiento de Olesska, según documentos de la CIA, posee unas reservas de 1,1 trillones de metros cúbicos de gas natural.

La masiva llegada de dólares a Ucrania en los últimos tiempos no es un secreto. Victoria Nuland, secretaria de Estado adjunta para Europa y Eurasia, declaró en diciembre de 2013 que “hemos invertido más de cinco mil millones de dólares para ayudar al desarrollo de las instituciones democráticas de Ucrania y para promocionar su sociedad civil. Esta ayuda continuará”, afirmó, “a fin de promover el futuro que Ucrania merece”.

El siguiente artículo de The Ecologist trata de estos temas y del papel del gobierno de Estados Unidos en la defensa de los intereses de las compañías petroleras. Su autor, J.P. Sottile, es un periodista independiente, documentalista y productor en Washington D.C. Su programa de radio semanal Inside the Headlines w / The Newsvandal se trasmite todos los viernes en Fairfield, Iowa.


UCRANIA, CHEVRON Y CONDI RICE… ATANDO CABOS

J.P. Sottile

Todo el mundo tiene una opinión sobre el “enfrentamiento” con Rusia. Algunos dicen que se trata de la libertad y del derecho a la libre determinación. Algunos dicen que la prioridad es enfrentarse a la agresión y detener la marcha de un dictador. Algunos dicen que es por el futuro del mundo, desde Siria hasta Corea del Norte, sin olvidar el programa nuclear de Irán, y –de acuerdo con el senador Lindsey Graham– todo se debe a la incapacidad de Obama para matar a los que mataron a los estadounidenses en Bengasi.

Pero la voz más reveladora en el coro es la de Condi Rice, quien ha escrito un exaltado artículo de opinión en The Washington Post, el periódico de los grandes records. Su nostálgico “chico, esto es una guerra fría ahí fuera” vino justamente dos días después de que un Henry Kissinger cubierto de teflón opinara también en el Post acerca del “arte de establecer prioridades”, por supuesto con respecto a Ucrania.

¿Por qué debemos preocuparnos por Condi?

Como el mundo sabe por otras dolorosas experiencias, Condi Rice, al igual que Kissinger, está también por la labor de establecer prioridades. Pero ahora que está fuera del poder, ¿por qué alguien debería perder el tiempo teniendo en cuenta lo que dice esta señora, y además acerca de la “crisis” de Ucrania? ¿Por qué? Por lo que está sucediendo.

Como ocurre con la mayoría de los “excepcionalistas” americanos, persuadidos del carácter único del papel de Estados Unidos en el mundo, su bravuconería puede servir, como en una operación de ingeniería inversa, para encontrar la verdad banal sobre la política exterior de Estados Unidos. Por ejemplo, su firme creencia de que Ucrania “no debe servir de peón en un conflicto entre grandes potencias, sino que hay que considerarla una nación independiente” podría tener algo que ver con los cincuenta años de arrendamiento de Chevron para explotar las reservas de gas de esquisto en Ucrania.

Es el gas, estúpido

Cuando se firmó ese contrato que ahora ha sido confirmado, el 5 de noviembre de 2013, se avivaron los temores rusos acerca de su pérdida de influencia y de un importante mercado de gas en un antiguo socio. Aquello ocurrió mientras se discutía un acuerdo comercial con la Unión Europea, que tras ser abandonado a causa de la presión rusa, llevó al derrocamiento del gobierno de Ucrania.

Reuters caracterizó el acuerdo de diez billones con Chevron para la producción de gas de esquisto como “un paso más en la unidad con Estados Unidos para una mayor independencia energética de Rusia”. Sin duda, la señora Rice sabe algo acerca de la producción de energía. Ella se sentó durante diez años en la junta directiva de Chevron antes de renunciar para ser asesora de Seguridad Nacional con el presidente Bush, en 2001. Ella era una figura tan titánica en Chevron y tan querida por sus capitanes corporativos que incluso le pusieron su nombre a un petrolero de 129.000 toneladas. ¿Puede la gente poner su nombre a un petrolero? ¡Sí, se puede!

Pero cuatro meses después de salir de Chevron, discretamente, el petrolero fue rebautizado, ya que el asunto podría obstaculizar el cumplimiento de sus nuevas funciones en lugares prioritarios, como por ejemplo Kazajstán (una dictadura de hecho que cuenta con la simpatía de todos los “excepcionalistas” americanos) o en el Mar Caspio (donde Chevron ha realizado grandes inversiones) o en Afganistán (donde desde hace mucho existe un proyecto de oleoducto desde la región del Caspio hasta el Océano Índico).

Los intereses corporativos en el exterior

En el caso de Ucrania, el acuerdo alcanzado con Chevron continúa una larga tradición de matrimonios mixtos entre los intereses “nacionales” y las grandes corporaciones, bajo el pretexto de la seguridad nacional. Así, el International Business Times pudo declarar inmediatamente después de la operación que “el acuerdo de Chevron con Ucrania fue apoyado por Estados Unidos como parte de su estrategia de seguridad nacional para ayudar a reducir la influencia de Rusia en Europa y Kiev”. El artículo cita al embajador de Estados Unidos, Geoffrey Pyatt, quien afirmó estar “muy decidido a cooperar con el gobierno de Ucrania en el fortalecimiento de su independencia energética”.

Esa “cooperación” se expresa en el lenguaje de la “independencia”, pero en realidad de lo que trata es de establecer la interdependencia financiera con poderosos intereses corporativos, naturalmente americanos. No se trata de la libertad o la autodeterminación o los derechos humanos. Se trata de la “Open Door”, la puerta abierta a los negocios de las multinacionales.

Desde Estados Unidos ya se propuso una política de “puertas abiertas” a China a finales del siglo XIX, cuando el “imperialismo blando” estadounidense vio la oportunidad de aprovechar los recursos de docenas de “regímenes amigos” en beneficio de las empresas estadounidenses, no obstante su compromiso “con la libertad”.

Hemos estado allí antes

Ya se tratara del petróleo de Irán, del banano de Guatemala o de la caña de azúcar de Cuba, cualquier intento de cerrar la puerta a los intereses comerciales estadounidenses tradicionalmente ha llevado consigo serias advertencias sobre los peligros del aislacionismo y reclamaciones engañosas sobre las necesidades de Estados Unidos, cuyos recursos parecen estar siempre ubicados en otro país.

Durante la Guerra Fría, los intereses nacionales “en peligro” inspiraron travesuras de la CIA en todo el mundo. Los planificadores de la política exterior de Estados Unidos apoyaron el cambio de régimen en países como Chile (pregunten al doctor Kissinger) y en toda América Latina. Y se repartieron valiosos paquetes de ayuda extranjera a un variopinto grupo de “hombres fuertes” anticomunistas. Si había problemas, los marines podían ayudar. Desde el fin de la Guerra Fría, la política de Estados Unidos ha estado reventando puertas en todo el mundo, y en particular alrededor de los bordes de la antigua Unión Soviética. De hecho, esta expansión de Estados Unidos y de la OTAN en los que antes eran países satélites de Moscú ha extendido un cerco militar estadounidense en torno a Rusia.

Una declaración de guerra económica

La independencia energética de Ucrania pregonada por el embajador Pyatt equivale a una declaración de guerra económica a los intereses del petróleo y el gas con sede en Rusia. Al igual que Condi Rice antes que él, la prioridad establecida por el embajador es garantizar que las empresas bien relacionadas entren en la planta baja de una casa ajena.

Una vez en la planta baja, necesitarán un seguro –ya sea en forma de clientes locales o de patrulla de barrio, que muy bien pueden ser parte de las fuerzas armadas estadounidenses. Tal vez por eso la señora Rice utilizó su artículo de opinión sobre Ucrania como excusa para dejar sentada la conveniencia de una fuerza militar permanente en Afganistán. Porque ella “no quiere oír hablar de la retirada de Afganistán ni de si la situación de seguridad lo requiere o no”. Según ella, no pueden quedar en Afganistán menos de diez mil soldados. De lo contrario, Estados Unidos “no estaría haciendo nada serio para ayudar a estabilizar ese país”.

Libertad, libertad, justicia… e hidrocarburos

Sin embargo, uno se pregunta si ella –al igual que todos los ablandabrevas profesionales, agresivos y truculentos planificadores, y los futuros responsables de formular la política de un sector corporativo que está ansioso por enfrentarse a Rusia– no está en realidad preocupada por algo más básico que la libertad y la justicia para todos.

Tal vez la ex secretaria de Estado, la ex pez gordo de Chevron y la ex petrolera esté más preocupada por las posibilidades de Chevron de hacer realidad su sueño del oleoducto Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India (TAPI).

Sin duda las viejas cohortes que practican el “imperialismo blando” en el Departamento de Estado de Estados Unidos han hecho su parte para ayudar a Chevron a firmar este acuerdo tan lucrativo.

La verdad banal es que la política de hace ya tiempo de Estados Unidos es ayudar a las personas en cualquier lugar y en todas partes cuando esas personas viven sobre o cerca de grandes recursos. Al menos, así sucede en Bahrein, Nigeria, Kazajstán o en cualquier otro país cuyo gobierno represivo y corrupto ya es interdependiente de los intereses corporativos de Estados Unidos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario