martes, 19 de noviembre de 2013

DISPARATES / 90

EL DISCURSO DE LA AUSTERIDAD DESDE UN TRONO DE ORO

Ruth Hardy*

En un banquete de Estado en honor del nuevo alcalde, David Cameron, primer ministro británico, pronunció este lunes un discurso que se centró en su compromiso con la causa de la austeridad permanente. Cuando le tocó hablar, se levantó de su trono de oro para leer sus notas, que se encontraban sobre un atril de oro.

Casualmente, resulta que yo también estaba presente en el banquete, así que pude oír por mí misma las noticias sobre la reducción permanente del gasto público. Por desgracia, no estaba en el banquete como un dignatario, un diplomático extranjero, un magnate de la industria, o como director de una empresa importante de la ciudad. Yo estaba allí para hacer un servicio. Inicialmente, el contraste entre el discurso y el lugar desde el que se pronunció casi parecía demasiado ridículo para emocionarme. Pero en realidad lo que refleja la actitud de Cameron hacia aquellos para los que afirma trabajar, es escalofriante.

Yo trabajo por la noche y los fines de semana para una “agencia de eventos”. La agencia es grande, y el horario es flexible, lo que me permite combinar este trabajo con mi ocupación principal como becaria en una empresa. Es difícil, y ya han pasado dos meses desde que estoy en un estado de semi-agotamiento. Dicho esto, en realidad los eventos para los que trabajo suelen ser interesantes, si bien en este caso el banquete en Guildhall lo fue aún más. Aunque, como ya dije a uno de mis colegas: “¡Solo porque Boris Johnson era el alcalde acepté trabajar!”.

Los invitados disfrutaron de una recepción con champán antes de que les sirviéramos los entremeses (hongos británicos), un plato de pescado y carne de lomo como plato principal, todo regado con vino, por supuesto. Durante la pausa que precede al postre, con el café, el oporto, el brandy y el whisky, Cameron hizo su discurso. Habíamos despejado el piso inferior de los vahos de la cocina, con el fin de pulir los cubiertos. En ese momento, la mayoría de nosotros estábamos agotados. Servir debidamente la mesa requiere fuerza física, y yo no soy la única que debe combinar dos o tres puestos de trabajo. El contraste entre los dos mundos era sorprendente, y algún compañero señaló que la situación recordaba una escena de Downtown Abbey [serie de moda en la televisión inglesa].

Tal vez Cameron no entendió la ironía, o quizá había olvidado al ejército de servidores, trabajadores de mantenimiento, cocineros, camareros y demás servidumbre que también estuvo presente en el banquete. Tal vez pensó que toda la gente rica que estaba en el comedor comprendía la necesidad de la austeridad. Tal vez no se le ocurrió que este mensaje probablemente no sería tan fácilmente comprendido por quienes no habíamos ido allí a disfrutar de una comida de cuatro platos. Tal vez se había olvidado de aquellos de nosotros, los discapacitados, los trabajadores, los parados, a los que la austeridad produce un efecto catastrófico.

En su discurso, Cameron habló de un “estado más ágil, más eficiente y menos costoso”. Dijo que la austeridad podría ser una política de Estado de carácter permanente, una manera de hacer recortes en los excesos administrativos de algunos servicios públicos. Todo ello se enmarca en el contexto de las difíciles condiciones de vida actuales –una reducción al mínimo de los gastos del Estado, justificada porque “ese gasto sale de los bolsillos de los mismos contribuyentes, cuyo nivel de vida queremos ver mejorar”.

En cambio, por supuesto, no dijo una palabra acerca de los cambios que afectarán al banquete pagado por el Estado en el que el primer ministro hablaba.  Tal vez el año que viene haya sólo tres platos, o se elimine el vino de postre sin piedad.

Me pregunto cómo Cameron y su gobierno pueden hacer estas cosas. Aparte de la estupidez de invocar los recortes mientras se lleva un lazo blanco, ¿es que no ven que los recortes sociales se hacen sólo contra los más vulnerables de la sociedad? Él disfruta de un banquete, mientras que el número de personas que utilizan los comedores sociales se ha triplicado en el último año. Como alguien de mi turno me comentó: “Le molesta que se sirva comida gratis a quien de verdad la necesita”.

Como es obvio, el contenido político del discurso de Cameron es más importante que el lugar donde lo pronuncia, pero yo no creo que esto último sea irrelevante. Tengo un problema irresoluble con un hombre sentado en un trono de oro que nos da una conferencia sobre la reducción del gasto, como una versión moderna del sheriff de Nottingham vestido de etiqueta. Mientras tanto, a su alrededor, la insidiosa austeridad se extiende por el país en diversas formas, tales como “el impuesto de habitación” [bedroom tax], el incremento de las tasas de matrícula o el cierre de servicios públicos de los que dependen los más vulnerables.

Cada uno de nosotros tiene una sola oportunidad de llevar una vida digna de ese nombre, y las vidas de muchas personas están siendo arruinadas por los recortes. Si esta es la cruel y dañina realidad de la austeridad permanente, es nuestro deber informar al señor Cameron que no la queremos.
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* Ruth Hardy es periodista freelance, graduada en Filosofía por el King’s College de Londres y camarera. Puedes seguir su cuenta de Twitter aquí.
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Fuente: The Guardian

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