martes, 20 de agosto de 2013

LECTURA POSIBLE / 113

Vernon Lee, vista por
John Singer Sargent, 1881
VERNON LEE, REGRESO AL PASADO

En su colección de relatos Un grupo de nobles damas Thomas Hardy escribe que, indagando en viejos archivos, entre los papeles guardados en vicarías y registros civiles, a veces ocurre que se encuentran informaciones que permitirían reconstruir una historia. Y no sólo historias corrientes, sino también otras extraordinarias que se desprenden de fechas que no coinciden entre sí, o que coinciden en exceso, por ejemplo entre la celebración de una boda y la de un bautizo, o entre un funeral y unas segundas nupcias, por no hablar de los contratos de compra o de venta de haciendas y bienes que no se ajustan a la lógica, ni a los plazos fijados por la costumbre. Partiendo de esos fríos datos, de unas simples fechas y de los acontecimientos consumados en ellas, Hardy, en efecto, era capaz de traer a su presente (y al nuestro) no pocos extraños episodios que ponían patas arriba nuestra idea de la sociedad victoriana, en la que casi nada era como debía ser.

También la obra de Vernon Lee constituye por sí misma un puente tendido hacia el pasado, puente que para sus personajes a menudo es de una sola dirección y cuyo destino Lee podía recrear como nadie en su tiempo, pues no en balde sus historias se desarrollan por lo general en Italia, cuyo pasado, desde el Renacimiento hasta el siglo XVIII, conocía a la perfección. Así, Vernon Lee llegó a desarrollar un estilo que le es propio, que alcanzó sus mayores logros en el relato y que, a diferencia de las historias de Hardy, no sirvió para reconstruir o documentar el pasado, sino más bien para fundirlo con el presente, embarcando a sus protagonistas en una máquina del tiempo de la que muchos no volvieron. Estos relatos pertenecen por ello a un género nuevo y exclusivo de Lee, por mucho que no le hayan faltado imitadores: el histórico-sobrenatural.

Vernon Lee es el pseudónimo con el que firmó sus libros Violet Paget, nacida en Boulogne-sur-Mer en 1856. Hija de padres expatriados y viajeros, pasó su infancia y juventud practicando el nomadismo por el Continente, hasta que con su familia se instaló en una villa llamada “Il Palmerino”, cerca de Florencia. Allí pasaría la mayor parte de su vida. Lee, quien, exceptuando su primer relato, escrito en francés a la edad de trece años, redactó su obra en inglés, no conoció su país hasta los veinticinco. En lo sucesivo visitaría Londres regularmente, si bien sólo para volver siempre a su villa florentina, en la que escribió casi toda su producción, la cual incluye novelas, relatos, libros de viajes y algunos ensayos, uno de los cuales, Estudios del siglo XVIII en Italia, la hizo merecedora del respeto y la admiración de los especialistas en arte italiano.

Discípula de Walter Pater, el ensayista y crítico de arte que teorizó sobre el “esteticismo” y que ejerció una notable influencia sobre las modernas letras inglesas, desde Oscar Wilde hasta James Joyce, el mal carácter que se atribuía a nuestra autora no la ayudó a que se le abrieran las puertas de los círculos literarios londinenses, lo que explica en parte que una y otra vez regresara a su retiro italiano. De hecho, este llamado mal carácter era en realidad una independencia de criterio que en su época se aceptaba difícilmente en una mujer, independencia que Lee protegió durante toda su vida no sólo en el ámbito intelectual, sino también en el amor, del que huyó siempre a fin de conservar su dominio de sí misma. Para ella dicho sentimiento acarreaba una pérdida de control y finalmente un sacrificio a los que no estaba dispuesta. Así, escribió: “Amar a las personas hasta el punto de estar dispuesta a hacer cualquier cosa por ellas me resulta intolerable”. Lo que no impidió que mantuviera prolongadas relaciones con dos mujeres. Parece ser que la homosexualidad de Lee resultaba perturbadora para sus contemporáneos, así como sus ideas feministas y su pertenencia, desde 1914, a la organización pacifista Union Democratic Control, por no hablar de su manera de vestir (con corbata y sombrero de hombre). Su amigo Henry James, a quien retrató de un modo poco complaciente en uno de sus relatos, se sintió obligado a prevenir a su hermano William cuando éste iba a conocerla: “Es tan peligrosa y extraña como inteligente, lo cual equivale a decir muchísimo. Su vigor y la envergadura de su intelecto son de lo más infrecuente, y su conversación absolutamente superior. Pero sé moderado en materia de amistad. ¡Es una gata montés!”

Curiosamente, la propia Lee se refería a sus heroínas en términos parecidos. De una de ellas, protagonista del relato La leyenda de Madame Krasinska, escribe: “Era una de las damas más listas y atrevidas del lugar, con un gran interés por el arte y una conversación tremendamente directa, una Lucrecia Borgia moderna, una pantera domesticada del mundo elegante”. Asistimos en este relato a la gradual metamorfosis de la protagonista, que pierde su personalidad para adoptar la de una muerta.

En el prefacio a la segunda edición de 1907 de su libro sobre el arte en Italia la autora desveló el que quizá sea el punto de inflexión que determinó su vida y su obra. Siendo niña, su familia se instaló en una casa señorial del norte de Italia, casa en la que se guardaban diversos tesoros artísticos, entre ellos una importante colección de música del siglo XVIII. La niña, intérprete de clavecín, se sentó ante el instrumento, pero fascinada por la belleza de las partituras, por ese exquisito fragmento de pasado que ella estaba en condiciones de hacer revivir en su presente, huyó al jardín, desde donde escuchó embelesada aquella música interpretada por su madre. Este episodio anuncia ya el sentido de su obra literaria, en la que el pasado envuelto en romanticismo y refinamiento se ofrece vívidamente al lector como realidad del presente.

A hacer revivir ese pasado se dedicó siendo todavía muy joven, primero a través de la investigación, de la que serían fruto algunas obras que la convirtieron en una de las máximas autoridades en el Renacimiento italiano, y luego por medio de inquietantes obras de ficción que aparecieron en el volumen Hautings y en la famosa revista londinense The Yellow Book, que se publicó entre 1894 y 1897 con ilustraciones de Aubrey Beardsley. Junto a su amante Kit Anstruther-Thomson introdujo en Inglaterra el término alemán de Einfühlung (empatía), a partir del cual desarrolló una estética psicológica según la cual los espectadores “empatizan” con las obras de arte cuando éstas despiertan sus recuerdos y traen a la mente asociaciones de ideas que ocasionan transformaciones inconscientes en las posturas y la respiración. Por este medio, las personas entrarían en una especie de trance espiritual que les pondría en contacto con los artistas del pasado y con quienes les sirvieron de modelo. Obviamente, estas ideas eran muy propias del tiempo de Lee, cuando en los salones de toda Europa estaban de moda el espiritismo y otras disciplinas que, ya fuera en el terreno de la pura superstición o de la literatura, pretendían establecer conexiones entre los vivos y las almas de los difuntos.

Buen ejemplo de lo anterior es el relato Amour Dure, en el que un historiador polaco, Spiridion Trepka, es enviado a Italia. Durante sus investigaciones, el protagonista tropieza con la historia de una mujer muerta trescientos años atrás, Medea da Carpi, mujer de excepcional belleza de la que descubre unos retratos y algunas cartas, así como diversos testimonios escritos por terceros. El cuento transcurre en la región de Umbria, donde Spiridion constata que aún se conserva la memoria de la bella Medea, considerada popularmente como una endemoniada que causaba la desgracia de todos sus amantes. Y no es para menos, pues según vamos sabiendo Medea dio muerte, a veces por su propia mano, a no menos de cinco caballeros que habían caído rendidos a sus pies. El propio Spiridion poco a poco va rompiendo sus lazos con la realidad y sumiéndose en el recuerdo y en la historia de esta mujer, que acabará dominándole por entero y arrastrándole hacia el pasado. De su enamoramiento, como es de esperar, el joven investigador no saldrá indemne.

Las narraciones de Lee no son propiamente de terror, lo que no impide que se encuentren en ellas episodios terroríficos y de una profunda tensión psicológica. Así ocurre en otro de sus relatos más célebres, El príncipe Alberico y la dama serpiente, en el que un muchacho (una especie de Gaspar Hauser) que ha crecido apartado del mundo por la voluntad de su tiránico abuelo, no tiene de la vida otra referencia más que un tapiz que se encuentra en su habitación, el cual representa una escena legendaria que tiene por protagonista a uno de sus antepasados. Éste, llamado también Alberico, tuvo relaciones con una mujer que había sido convertida en serpiente, condición de la que sólo escaparía si un enamorado la besaba y le era fiel durante diez años. Despojado del tapiz y enviado a la casa de unos labriegos, el muchacho reconoce por primera vez en la vida real los valles, las plantas y los animales que estaban representados en aquél, tropezándose finalmente con la serpiente, a la que se le concede el privilegio de aparecérsele una hora al día bajo su forma de mujer. El muchacho revivirá la historia de su antepasado, todo ello en una narración repleta de magia pero también de aventura y simbolismo, los cuales aluden al despertar a la vida y a la iniciación de un joven en el amor.

El instrumento de que se sirve Lee para introducir a sus personajes en estos viajes al pasado puede ser un cuadro, un tapiz, o también una música, como ocurre en La voz maligna, donde un compositor se verá trasladado a su pesar a otra época en virtud de la fascinación que causa en él un cantante del siglo anterior. Y el donjuan de otra narración, La Virgen de los siete puñales, de las pocas que Lee ambientó fuera de Italia, retrocede en el tiempo hasta el califato de Granada, por obra de la magia de un judío, para seducir a una princesa.

Sin embargo, conviene aclarar que en algunos de estos relatos lo sobrenatural no es más que una excusa de la que se sirve la autora para expresar ideas de gran calado referidas por ejemplo a su aversión hacia el cristianismo y su pasión por el mundo helénico, de lo que trata la maravillosa narración Dionea, en la que una niña con este nombre aparece de pronto en una playa italiana. Como también conviene aclarar que no todos los relatos de Lee son de tema sobrenatural, de lo que el mejor ejemplo es Lady Tal, cuento al “estilo moderno” en el que un literato de mediana edad, solterón consagrado a la observación de la psicología humana a fin de alimentar de caracteres su obra literaria, se tropieza con una mujer con la que establece una relación de la que no saldrá muy bien parado. Este literato no es otro que Henry James, que se sintió ridiculizado y ofendido por la autora, lo que no impidió que empleara algunas de las técnicas de Lee en su novela de aparecidos Otra vuelta de tuerca.

Estos relatos son algo más que turbadores, pues demuestran un gran conocimiento de la condición humana, un dominio de variedad de recursos para la introspección psicológica y, de paso, nos ilustran acerca del arte, las costumbres y las leyendas de siglos pasados. Todo ello, junto a una prosa rica y sumamente cuidada, hacen de Violet Paget una autora imprescindible en ese cambio de siglo que, desde la ya muy explotada literatura gótica, iba a conducir a la novela del siglo XX.

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